José Luis Alvite

Pensamiento y embestida

Es una de las figuras más relevantes del parlamentarismo, un tipo en cuyos ademanes se dosifican con cierta elegancia la rusticidad del líder tabernario y la acupuntura gestual del pianista, el ímpetu agropecuario de la res y la seráfica lucidez del pensador. Pero Beiras es también un culo de mal asiento, alguien que quiere que aparezca la mesa donde haya puesto él la silla, un tipo singular, íntegro y furioso que llevó mal sus años de ostracismo y ha vuelto motivado tal vez por su vieja tentación redentora, quién sabe si porque en la duda de que pueda ocupar un lugar en la posteridad, consiga al menos unos minutos en el relámpago del telediario. Su ruda agresividad frente al presidente Núñez Feijóo en el Parlamento de Galicia sorprende poco a quienes le conocen. Beiras ha sido siempre así, pasional e histriónico, la clase de hombre fogoso e ilustrado del que se puede esperar una idea luminosa o una hiriente acometida, es decir, la reflexión del pensador o la embestida de una res de fogueo con los cuernos forrados de lino y el amianto de ese aliento frío de los hombres que, como él, calculan la furia para que en lugar de estupidez parezca elocuencia. Sucede también con el dirigente nacionalista gallego que nunca se sabe en qué punto de su caldeado talento se malogra su inteligencia, de modo que yo nunca he tenido clara su verdadera identidad, que oscila entre la mente reflexiva del erudito concienzudo y ese puntito de obcecada fiebre como de pana que se frunce en la testuz del búfalo antes de su arrancada. Por eso hay quienes elogian sin medida sus cualidades intelectuales y parlamentarias y aquellos otros que consideran que el carisma del Sr. Beiras no radica en el rigor de sus ideas, ni en su serenidad de pianista, sino, lisa y llanamente, en esa frondosa cabellera lanar que le da un cierto aire de adolescente y leonada ancianidad.