Política
Peor imposible
En el paleolítico inferior el marqués de Busianos, embajador de España en Argentina, convidó a almorzar a Guido di Tella, canciller peronista, y a mí. Los Di Tella son una saga de patricios muy relacionados con la cultura, el dinero y el justicialismo: el rostro humano de la herencia de Perón. Sabiendo que era un egresado de Oxford le rogué explicara el peronismo a un progresista europeo. Contestó que debíamos contemplarlos como al Partido Demócrata estadounidense, ante lo que espurrié la sopa y el canciller bajó el listón a niveles freáticos: «El peronismo es un sentimiento, y entra por la piel». Hace tres días veía a Pedro Sánchez recordar que sus padres y abuelos fueron socialistas y que el socialismo es un sentimiento que nace del corazón. El peronismo me persigue. Yo creía que la socialdemocracia era un movimiento que chocaba con el comunismo respetando la democracia e incorporando a los intelectuales y la pequeña burguesía a los intereses del proletariado, sustituyendo la lucha de clases por la correcta administración del capitalismo. Este muchacho arroja por la borda cualquier demostración didáctica, apela al corazón, y demuestra que tanto da votar al PSOE o a una telenovela. Creíamos que Rodríguez Zapatero ocupaba su ocio en visitar a los dos dictadores que quedan en América, Castro y Maduro, por ver de servirles en algo y hacer historia fotográfica, pero no; ZP ha entrado en la campaña bis no se sabe bien si para apoyar a su partido o a Podemos, o a ambos, que todo puede ser en este cabildeo electorero. El Comité Federal del PSOE obligó a ZP a convocar elecciones anticipadas, le prohibió presentarse ni a diputado y le hizo invisible en aquella campaña que dio la mayoría absoluta al PP, con impuestos o sin ellos, porque de lo que se trataba era de sacar de La Moncloa al mayor irresponsable que la ha habitado, hoy convertido en prodigio de habilidades y virtudes. El ínclito se retrató a sí mismo como «inspector de nubes» y reconoció que en siete años lo mejor que había hecho por los españoles fue el matrimonio homosexual. Ahí queda el personaje para que se lo repartan Sánchez e Iglesias. Aunque la nuestra sea una democracia parlamentaria, debe ser la única en la que el primer partido en votos y escaños es tratado como fuerza anulable y despreciable. Se ignora si han terminado las mayorías absolutas, pero la primera mayoría también ha sido asesinada.
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