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La Razón
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Año 2013: Lukaku, delantero belga grandote como un armario de tres cuerpos, es uno de los muchos fichajes más caros que estupendos del Chelsea. A Mourinho no le convenció cuando regresó al lado de Abramovich y fue traspasado al Everton por 35 millones. 2017: Morata, delantero centro suplente del Real Madrid y alternativa de Diego Costa en la Selección, ha hablado repetidas veces con Mourinho, que le quiere en el Manchester United, club de los amores del entrenador portugués desde el año pasado. El canterano, consciente de que estará a la sombra de Benzema hasta que Zidane o el destino lo determinen, pide al Madrid que le facilite la salida hacia Inglaterra. Le hace ilusión el reencuentro con Mou. Comienzan las negociaciones entre dos clubes que estuvieron a punto de recurrir a Kim Jong Un por culpa de un fax que frustró (?) el intercambio De Gea-Keylor Navas (2015).

El United está dispuesto a pagar 80 millones de euros por Morata, el Madrid no baja de 85, la operación se trunca y empieza el rock and roll. Entra en escena otra vez Lukaku, ahora ¿objetivo del Manchester de Mourinho?, tasado por el Everton en 85 millones... No cuela, y si cuela es que el fútbol está más loco que el mundo filmado por Stanley Kramer. Habemus culebrón veraniego. Lo habitual. En el mientras tanto, dos ejemplos antagónicos: Fernando Torres ha firmado otro año con el Atlético y Griezmann, inmaduro o mercenario, ha pisado otro charco: duda de su vínculo rojiblanco más allá de 2018. Otra pequeñez, si se compara con esa pesadilla del «procés»: Villar declaró durante tres horas en el juzgado por el «caso Haití». Hay que justificar el destino de 1,2 millones de dinero público. Mes y medio después de su reelección, aún no ha nombrado directiva. Peligro.