Alfonso Ussía
Pitiuso
En mi recuerdo vive el tío Nono. Se llamaba Manuel, pero en la familia se le conocía como «Nono». Era tontito, y me inspiré en él para crear el personaje del «tío Pochito» del marqués de Sotoancho, al que tanto divertía jugar a las prendas. El tío Nono era muy religioso, pero en sus tiempos la Iglesia se mostraba excesivamente estricta con los nacidos con inferioridad mental, y no le permitieron hacer la Primera Comunión. Mi bisabuela, empecinada, al fin consiguió la venia, y se instaló en su casa un sacerdote para prepararlo convenientemente. Al tío Nono se le adjudicó ese mote cariñoso porque tenía la mala costumbre de responder con una doble negación a cualquier pregunta antes de dar su conformidad. -Manuel, ¿has desayunado?-; y tío Nono respondía: -No, no, bueno... creo que sí-. -¿ Quieres merendar en casa de los primos? -; -no, no, pero sí quiero merendar en casa de los primos y jugar al futbolín-. Es conveniente aclarar que el tío Nono obtuvo el permiso del señor Obispo de Madrid-Alcalá para iniciarse en los secretos del Misterio y la Primera Comunión poco después de cumplir los treinta años. Y al fin, el sacerdote hospedado y bastante gorrón, por cierto –perdura la especie en nuestros días–, informó a la bisabuela de la buena noticia: -Señora, Manuel está preparado para hacer su Primera Comunión-. La bisabuela, feliz, abrazó al tío Nono, y le preguntó para confirmar la maravillosa novedad. - ¿Cuántos Dioses hay, Manuel?-; y éste respondió: -Siete con Pinocho-. El sacerdote fue invitado a abandonar la casa y el tío Nono tuvo que esperar a la celebración del Concilio Vaticano II para cumplir con su sueño eucarístico. Pero ya la bisabuela había fallecido. Cuando otro familiar le preguntó si se sentía feliz por haber comulgado, el tío Nono respondió: -No, no, pero estoy muy contento-.
Aunque no tenga ni su gracia, ni su categoría personal, ni su buen estilo, el nuevo «tío Nono» es el pitiuso. Responde siempre que «no, no» sin haber dado con un palo al agua en todo el verano. Saltó de los chiringuitos del Mar de Alborán y la costa de Almería a las aguas azules y transparentes de Ibiza. Ahora descansa en Ibiza y sigue con su «no, no». Los intrigantes sospechan que detrás de su «no, no» al pacto con los partidos constitucionalistas, se esconde un «sí, sí» acordado con Pablo Iglesias, Echenique, los separatistas catalanes, el PNV, Compromís, las Mareas, el coño de la Bernarda y la carabina de Ambrosio para conformar un Gobierno «de progreso». El saludo con beso incluido –en la mejilla esta vez–, a Pablo Iglesias ayuda a intuir que el «no, no» del pitiuso veraneante camufla otros proyectos. Y como se siente hasta las harturas de las llamadas de sus barones para intentar convencerlo, el pitiuso voló a las Pitiusas con su señora esposa para seguir disfrutando del mejor veraneo de sus vidas. Resulta lógico y consecuente que ella sueñe con ser la esposa del presidente del Gobierno. Si están pasando, antes de rozar el poder, un verano como el que transcurre, con el poder en la mano el futuro es Jauja. El pitiuso le dejaría el trabajo pendiente a Echenique, y se tomaría unas vacaciones desde junio a mediados de septiembre, y que le quiten lo bailado. Ignora que millones de españoles estamos dispuestos a pagarle de por vida las vacaciones que precise y elija con la contraprestación por su parte de una jubilación anticipada en los quehaceres de la cosa pública. ¿Que los pitiusos quieren alquilar un barco? Se les alquila. ¿Qué les gustaría pasar unos días de relajamiento en «Marina D´Or»? Pues una «suite» nupcial en «Marina D´Or» con derecho a toda suerte de masajes y limpiezas epidérmicas. Con cincuenta céntimos de euro al año por cada español, el pitiuso y su señora esposa podrían veranear los doce meses del año, ser plenamente felices y hacernos felices a los demás con su felicidad.
El próximo lunes retornará a Madrid. Pero no se reunirá con nadie porque su «no, no» es definitivo. En Madrid, aproximadamente el jueves, volará con rumbo a Jerez para desplazarse posteriormente a las costas atlánticas de Cádiz, que a su señora le ha dado por el «windsurf», y para eso, nada como Tarifa o Zahara de los Atunes. Y de ahí, al Cantábrico, por aquello de disfrutar de los tres mares españoles.
Me consuela que el tío Nono haya resucitado.
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