Política

Plegarias atendidas

La Razón
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Escribió Santa Teresa de Jesús que se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las que no tienen respuesta. Truman Capote utilizó a la mística para titular su obra póstuma, y que le condujo a un destructivo infierno personal. Convertido en icono literario y mascota social, Capote se dedicó a pasear por los más caros restaurantes de Nueva York a toda la nata social que pasaba por la ciudad: Gloria Vanderbilt, Andy Warhol, Tennessee Williams, Peggy Guggenhein o Jaqueline Kennedy. Él era el oficiante que atendía sus plegarias y ellos (principalmente ellas) le contaban sus insatisfechas aspiraciones y trabajos para transitar por el inexistente camino de la felicidad. Publicó en revistas tres capítulos y su arte literario no fue suficiente para ocultar la identidad de sus interlocutores que le hicieron atmósfera cero, completo aislamiento, un ostracismo que mató en alcohol a un Capote incapaz de prescindir de los efluvios de la alta sociedad ya que amaba a los ricos y famosos tanto como los odiaba. Se ve a Mariano Rajoy intentando atender plegarias ajenas al más elemental listado de prioridades. Ruegan los canarios por una reforma de la Ley Wert; ¿Por qué no?; nuestra democracia es una colección de leyes educativas, con el agravante de que los socialistas creen que son los únicos que pueden decidir cómo se educan los españoles. Los vascos quieren el acercamiento de los presos terroristas. Esa plegaria tampoco tiene nada que ver con la formación de un Gobierno, pero hay que entender que el PNV afronta unas elecciones territoriales en las que el abertzalismo puede roerle los zancajos. Circulan muchos políticos principales con la plegaria bajo el brazo de la reforma constitucional, que el día que tenga éxito va a acabar como el Brexit. La del 78 no ha causado ningún problema y los españoles no reclaman su cambio. La publicitada necesidad de otra Constitución solo habita en el caletre de una élite política que cabe en un autobús pequeño. Importa el paro, y qué vamos a hacer con dos millones de parados estructurales. Importa apuntalar el Estado de Bienestar, y la corrupción o la disparatada desconexión catalana ya forman parte del paisaje. La clase política confunde sus intereses (o sus delirios) con las plegarias y necesidades perentorias de los ciudadanos, y será frustrante contemplar qué le exigen a Rajoy para prestarle un voto o una abstención. Santa Teresa tenía razón: se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas.