Ramón Tamames

Pollos y chanchos para peces

La Razón
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A partir del 1 de junio próximo, la Comisión Europea autorizará que las piscifactorías puedan alimentar sus crianzas con proteínas animales procesadas, de porcino y aves. Una medida que se ha recibido con muy diversas reacciones: favorablemente entre los piscicultores, por el alto precio de las harinas de pescado, que hacen muy difícil cuadrar beneficios (véase el caso del rodaballo y del salmón de Pescanova).

El gerente de la Asociación Empresarial de Productores de Cultivos Marinos (Apromar), Javier Ojeda, estima que el nuevo reglamento comunitario no es la panacea. Y en cuanto a la industria fabricante de piensos, tampoco va a ser una medida que despierte grandes entusiasmos, pues en España existen 800 fábricas de alimentos para animales, de las que sólo tres obtienen productos destinados a la piscicultura. En cuanto a los ecologistas, consideran alarmante cebar los peces con pollo o chancho.

Debemos recordar que el tipo de alimentación a que nos referimos, quedó totalmente prohibido hace años, cuando se produjo la devastadora fiebre de las «vacas locas». Pero ahora, se dice, que hay métodos de control muy estrictos.

Al considerar el tema, me vino a la memoria el pintor Sorolla, quien representó tantas escenas costeras de mar y luz. Entre las cuales, aquélla que tituló, coloquialmente «Y luego dicen que el pescado es caro». En lo que tuvo una gran intuición, porque, en efecto, la pesca tiene un alto coste, y ahora mucho más que en tiempos del gran valenciano.

Por lo demás, la FAO debería defender, con mayor entusiasmo, los mares de lo que es la sobrepesca, auténtica piratería hasta la extinción. En otras palabras, sin perjuicio de que la acuicultura siga progresando, no cabe duda de que los tratados pesqueros no se cumplen, por falta de regulación y supervisión efectivas. Y al respecto no podemos resignarnos a la falta de vida en los mares, pensando que la acuicultura lo resuelve todo. Esa resignación sería lamentable y debe ser evitada.