Pontífice

En tiempos aún recientes la palabra «pontífice», referida al Papa, solía ir acompañada con los adjetivos sumo, romano o soberano; eran fórmulas para solemnizar el poder o la autoridad papales.

Pero pontífice es una palabra que no necesita esos adjetivos; su significado etimológico es ya suficientemente hermoso: constructor de puentes. «Uno de los títulos del Obispo de Roma –dijo Jorge Mario Bergoglio en su primera audiencia con el Cuerpo Diplomático después de su elección– es el de pontífice, es decir, constructor de puentes con Dios y entre los hombres». Creo que la tarea a la que Francisco se ha entregado con mayor empeño y entusiasmo durante estos tres primeros años de pontificado ha sido precisamente ésa: construir puentes, derribar los muros que dividen, acercar orillas y países largamente separados, romper las murallas de indiferencia ante los problemas de los otros. Unir, no separar, reconciliar, dialogar, sembrar paz. Lo ha formulado en infinidad de ocasiones pero sobre todo lo ha manifestado con gestos que son más elocuentes que las desnudas palabras. Dos muy recientes: el abrazo histórico con el que se unió con Kirill Patriarca de Moscú en el aeropuerto de La Habana que ponía fin a mil años de separación; la misa celebrada en Ciudad Juárez en la misma línea fronteriza que separa México de los Estados Unidos, frontera que se ha cobrado tantas vidas humanas y ha originado tantos crímenes y violencias de todo tipo.

Puentes entre hombres, países, culturas y también religiones . En su mente no tiene ningún sentido que los que creemos en un Dios único estemos no sólo separados sino en muchas ocasiones opuestos y enfrentados los unos con los otros. Mucho menos aún que los cristianos de diversas confesiones arrastremos todavía las consecuencias de unas separaciones que ya no tienen ningún sentido. Construir sobre todo puentes entre el hombre y Dios, porque si no nos sentimos amados y perdonados por Dios no seremos capaces de amar y de perdonar a nuestros semejantes.