
José María Marco
Postcorrupción
El Partido Popular no lo ha hecho muy bien con la cuestión de la corrupción. Durante mucho tiempo, y salvo honrosas excepciones como la de María Dolores de Cospedal, prefirió remitirse a la justicia, sin tomar las medidas que podía haber tomado. Así que cundió una desconfianza no injustificada. Luego el PP asumió la consigna de la regeneración, muy bonita, sin duda, por no decir muy chula, pero que obliga a la sobreactuación ejemplarista y a la renovación de personal: nuevos rostros, nueva sangre, nueva política... Ahora los nuevos están aquí, y habiendo –los unos– acabado con la posibilidad de que el PSOE gobierne solo, y –los otros– en trance de hacer lo mismo con el PP, están imponiendo sus condiciones para gobernar.
Superado el asombro que causa la facilidad con la que se ha aceptado Podemos como actor político, no deberíamos escandalizarnos demasiado. También es verdad que todos deberían tener en cuenta algunas realidades. No hay duda, por ejemplo, de la importancia de la corrupción en la política española. No la tiene siempre, sin embargo, como se ha demostrado en Andalucía. Se dirá que aquello es un modelo especial, una forma de peronismo. Sin duda, pero el caso es que no siempre los electores hacen de la corrupción el único criterio.
Además, es cierto que los recién llegados tienen la ventaja del «outsider»: la propia del que está fuera del sistema y presume de pureza cristalina. Ahora bien, las cristalinidades se enturbian pronto y la nueva política está dejando de serlo a toda velocidad, como era de esperar. Sin contar con que tampoco los nuevos tienen un historial inmaculado: ni Podemos, ni Ciudadanos, estos últimos unos recién llegados relativos, con alguna elección, complicada, a sus espaldas.
En vista de todo esto, es posible que el terreno donde se jueguen las cosas vuelva a ser el de la recuperación. En principio, nadie debería tener interés en estropearla, aunque el peronismo se nutre de la pobreza y es probable que la nueva (inestabilidad) política la frene pronto. El PP, por su parte, podría tener en cuenta que parte de los millones de electores que se han abstenido no lo han hecho sólo porque abominen de la vieja política y de los desplantes del Gobierno. Están asfixiados bajo los impuestos y hartos –absolutamente hartos– de tener que pagar los privilegios de quienes tienen empleo asegurado, no tienen la menor idea de lo que es el mercado... y dan lecciones de honradez.
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