María José Navarro

Preguntas

Es difícil escribir algo sensato sobre los terribles sucesos de París sin que a una le tiemblen las manos, y más aún cuando ya se han dicho tantas cosas. Es horrible imaginar el momento en el que irrumpen en una redacción, similar a aquellas en las que he pasado la mayor parte de mi vida, tres tipos armados hasta los dientes y cegados por el fanatismo, el odio y la maldad. Es desolador tratar de ponerse en los zapatos de los que vivieron en primera persona el ataque, inalcanzablemente desolador para mí, que ya estoy desolada pensando sólo en qué tipo de mundo nos rodea. Parece inevitable terminar cualquier reflexión al respecto sin pensar dónde está la raíz del problema y, aún más difícil, la solución. Se plantean también una serie de preguntas abiertas, complicadas de abordar. ¿Es necesario terminar hablando siempre de la Iglesia católica cuando se habla de islamismo? ¿Es la condena a la barbarie patrimonio de unos y no de otros? ¿Es una invitación a la reflexión una falta manifiesta de condena de estos actos aborrecibles? ¿Es ahora el momento de los mensajes impulsivos y extremos o es el momento de pensar dos veces y calmar las aguas? ¿Es esencial para el humor faltar al respeto a alguien en lo más profundo? ¿Es incompatible pedir respeto al diferente con pensar que es obligación de todos respetar los principios fundamentales del lugar en el que se vive? A mí personalmente se me ocurren montones de preguntas complejísimas y en las últimas horas veo demasiadas propuestas de solución simples. Esperemos que pase el horror y para encontrar soluciones más allá del ojo por ojo, que es lo que buscan.