Julián Cabrera

President Junqueras

Que Oriol Junqueras se ofrezca a Artur Mas para entrar en el Gobierno catalán, no para trabajar en mejoras de la Sanidad, la Educación o el empleo, sino para «blindar» la consulta contrasta con la cara de palo a lo Buster Keaton que se le queda al líder de ERC cuando es preguntado por un eventual adelanto electoral que diera con su persona, como líder de la posible formación más votada en la presidencia de la Generalitat.

Es lo que tiene liderar proyectos políticos –el caso de Podemos es la referencia a nivel nacional– que dan prioridad a jugar con los sentimientos colectivos por encima de la búsqueda de soluciones a los problemas reales. Junqueras debe de experimentar cuando ve las encuestas, más de un escalofrío, tan sólo por el hecho de verse ejerciendo de «molt honorable».

Tan solo pensar en ese supuesto debe de acarrearle verdaderas imágenes de una película de terror en la que se vería a sí mismo planteándose por ejemplo cómo no seguir pagando las ayudas a las guarderías, cómo justificar el lamentable colapso en las urgencias de los hospitales públicos, cómo elaborar unos nuevos presupuestos que, así de entrada recuperen la paga extra que llevan sin cobrar desde hace tres años los funcionarios, cómo pedir los millones que harán falta para cerrar objetivos de déficit asumibles o cómo tramitar los anticipos del fondo de competitividad.

Resulta que el «president» Junqueras para conseguir que no colapsara la economía catalana y poder afrontar los gastos corrientes, tendría que acudir a la puerta del señor Rajoy, desviarse a la ventanilla del señor Montoro y hacer otros incómodos transbordos. Por eso, la sola posibilidad de verse en Sant Jaume debe de ponerle los pelos como escarpias. Es más confortable la «desobediencia civil».