Pilar Ferrer

«President, perdonapero eres un temerario»

La reunión fue muy tensa y se produjo el mismo doce de octubre. Alejado por completo de la Fiesta Nacional, que Convergencia nunca ha celebrado, pero inmerso en una profunda fisura en su partido, Artur Mas acudía a un acto de CDC en Manresa, la capital del Bagés y uno de los pocos feudos que le quedan a la formación fundada por Jordi Pujol, cada día en latente poder a manos de Esquerra Republicana. Finalizado el mitin, Mas se reunió con cuadros de CDC, entre los cuales la preocupación era máxima. Nadie entiende esta sumisión a ERC, su absoluta entrega a la causa soberanista. Fue aquí cuando Mas anunció su intención de una consulta paralela, un sucedáneo impresentable. «President, perdona, pero eres un temerario», le espetaron cuadros del partido en la comarca, bastante hartos de dar la cara por la independencia, que les resta votos y sólo beneficia a ERC.

Un líder amortizado y un ridículo de antología. Es el análisis que todos los sectores socioeconómicos en Cataluña hacen de esta nueva declaración de Artur Mas. Atenazado por la Ley, muchos en Convergencia, y qué decir en su partido coaligado, Unió Democrática, le instaban a dos salidas: acabar la legislatura con un cambio de pareja, en este caso el PSC, tal como se lo propuso Miquel Iceta, o unas elecciones que le salven la cara. Ni lo uno ni lo otro. En el almuerzo celebrado en Manresa, el presidente de la Generalitat se mantuvo inflexible: consulta, aunque descafeinada, y con ERC hasta el final. «Un suicidio político», afirman dirigentes de la Federación Nacionalista, sabedores de que éste es el final de la coalición.

Expertos juristas próximos a Mas le habían hecho llegar en los últimos días una latente preocupación: burlar la suspensión del Tribunal Constitucional para hacer una simulación en dependencias públicas, con urnas y la misma pregunta, incurre en una ilicitud penal y provoca la inmediata reacción de la Fiscalía. «Que España se me eche encima», llegó a decir el presidente de la Generalitat en algunas de las últimas reuniones, según testigos presenciales, como prueba de que su camino político es la inmolación en manos del separatismo y con total ignorancia del Estado de Derecho. Algo que los cuadros dirigentes de Convergencia, y desde luego el partido socialcristiano de Duran Lleida, lamentan como un final de etapa.

«Esto es un simulacro de feria», aseguran veteranos convergentes ante la actual situación. La propuesta de una consulta paralela, amparada en otros artículos de la Constitución «no tiene pase», según expertos juristas. El objetivo sería prolongar la tensión y movilizar la calle, con el evidente riesgo que conlleva. No obstante, en La Moncloa y el PP la reacción es cauta y positiva. «Esto se ha acabado», opinan dirigentes del PP catalán, que ven en esta huida hacia delante de Artur Mas «un último teatro». La farsa que ha rodeado al bloque soberanista queda al descubierto. Con un profundo lamento en sectores moderados de Convergencia, que aún confiaban en un giro responsable y un cambio de actitud de Artur Mas.

No lo ha hecho y la suerte está echada. En el propio seno del gobierno de la Generalitat las divisiones son profundas y los consejeros mantienen posturas abismales. Convergencia Democrática, el partido que Jordi Pujol fundó y tuvo el poder hegemónico en Cataluña durante treinta años, está hecho trizas. «Una herencia chamuscada», dice un alto cargo que trabajó largos años en el Gobierno catalán. Mientras, Oriol Junqueras persiste en su objetivo de aguantar hasta las elecciones municipales, arrasar en sus feudos y proclamar una declaración de independencia. Nadie nunca se lo puso tan fácil. Bueno es recordar las palabras del gran Josep Tarradellas: «Todo por Cataluña, menos el ridículo». Un líder mediocre e irresponsable lo ha consumado. «Y todavía quiere escribir nuevas páginas», en frase de alguien cercano a un Artur Mas obstinado, inmolado, en contra de sus propios intereses.