Selección Española
Prestigio
Cualquier proceso de reconstrucción es duro e inmisericorde. Al alzar el telón del volver a empezar la primera imagen que aparece es la de la púrpura desvaneciéndose. El pasado abruma y el presente sólo tiene una manera de combatirlo, con buenos resultados. Eso, precisamente, es lo que cosecha la nueva Selección, porque también es ideal el empate obtenido en Italia. La clasificación para Rusia’2018 está encaminada y ahora que la luz al final del túnel es más que un indicio, lo conveniente sería romper con ese pasado reciente, olvidar los desengaños del Mundial de Brasil y de la Eurocopa de Francia y recuperar el mando y la ilusión con un partido de prestigio. Inglaterra lo brinda.
España puede terminar en Wembley con el mal fario de los amistosos perdidos tras los oropeles, el boato y los homenajes de Suráfrica. Sería una noticia fantástica ganar a la Pérfida Albión en su emblemático estadio, como en 1981; mejor todavía si la victoria se obtiene con fútbol. Pero no va a ser fácil. Macedonia descubrió algunas debilidades en el sistema defensivo de Lopetegui que hay que corregir. Con Piqué, Ramos y Jordi Alba resultaría más sencillo, y no están. Habrá que esforzarse.
Empresa más delicada y comprometida que la de la Selección en su proceso de recuperación es la que se le plantea a Josep Maria Bartomeu con Messi, libre en 2018. Si lo vende antes de esa fecha pasaría a la historia como el presidente que traspasó al mejor jugador del mundo, operación tan devastadora entre la parroquia como permitir que, con 31 años, emigre una vez consumido el contrato. Parece, por tanto, que lo menos malo sería prorrogarlo con una pila de millones sobre la mesa. Se habla de 35 netos, unos 70 brutos. Bartomeu, en la encrucijada.