Paloma Pedrero

Pulseras negras

Volviendo del teatro a casa, en la puerta de un bar del barrio, el dueño se fumaba un cigarro con un cliente. Me saludó y me preguntó de dónde venía. Le contesté que de ver un precioso montaje de la Bernarda Alba. Al cliente le brillaron los ojos y comenzó a hablar de su pasión por Lorca. El dueño del bar hizo mutis por el foro y el cliente lorquiano y yo nos quedamos charlando animadamente. Al poco me invitó a entrar en el local a tomar un vino. Acepté encantada. Me pareció que había algo de cortejo y mi sorpresa se volvió doble. Le gusta Lorca y le gusto yo. increíble en los tiempos que corren. Entramos y apoyados en la barra, como en las canciones de Sabina, nos contamos un selecto resumen de la vida en el que, claro, todo se fue llenando de mágicas coincidencias. Pero al final, el no me dibujo un corazón en la espalda, no. El cliente, en un súbito y extraño impulso, pidió algo al dueño del bar. Era una pulsera negra. Negra y gruesa como un reloj hortera. Me miró y sonrió temeroso. Tomó aire y me dijo: Nunca la maltraté. Pero me denunció. Cuatro veces, cuatro falsas denuncias. Comprendí que se acababa de poner su pulsera de maltratador. Si te molesta me la quito, añadió, al ver mi cara de espanto. El desenlace pueden imaginarlo.

Con la reforma del código penal manipular la pulseras será quebrantamiento de condena. Y no hay denuncias falsas, queridos míos, Sólo un 0,010 por ciento, según dice la última memoria anual de la Fiscalía General del Estado. Un porcentaje mínimo, muy inferior al número de denuncias o testimonios falsos en cualquier otro delito.