Atlético de Madrid
¿Qué es la felicidad?
A la tercera, el tiro de gracia en los penaltis. Como si fuera necesario demostrar que hay ricos y pobres –es una metáfora, a pesar de los presupuestos– para que al final de la batalla cruenta resplandezca la sonrisa condescendiente de quien no pierde ni cuando pierde. La decepción invade el terreno de la rabia; salen a la superficie el gol en fuera de juego de Ramos, el inoportuno fallo de Griezmann y el de Juanfran, la puntilla. Crueldad intolerable. La Liga de Campeones vuelve dar la espalda al Atlético. El Madrid, infalible en el área chica con la alianza de la madera, y Oblak, colosal durante el partido, Tancredo mientras se consumaba la tragedia. Sonreirá Cibeles, Neptuno se meterá el tridente por donde le quepa y Zidane celebrará la Undécima mientras la Primera del Atleti transcurre entre el sueño imposible y la eterna pesadilla.
Al cuarto de hora, borrico hundido. Segunda diagonal y segundo susto. En el primero Oblak hizo el milagro. En el siguiente, muerte. El árbitro no descubrió al omnipresente Ramos en fuera de juego, un paso por delante de Savic, y el remate no fue nulo sino letal. Cinco repeticiones necesitó el juez de la tele para determinar que sí, que el tanto era antirreglamentario y no debió subir al marcador. Pero se instaló allí y el partido, que discurría como para no enmarcarlo, adquirió otro aspecto, ni mejor ni peor, diferente. Presión adecuada del Madrid, dispuesto al contragolpe y sereno; posesión estéril del Atlético. Segundo acto, constata Simeone que la superioridad en el centro del campo es fútil y echa picante. Carrasco releva a Augusto, no tan augusto, y en la primera jugada de ataque, Pepe derriba a Torres. Penalti. Keylor hace el paripé, le amonesta Clattenburg y Griezmann lo estrella en el larguero. La orina del enfermo tiene mejor pinta, pero no hay que hartarse de embutido con los niveles de colesterol altos.
En pleno dominio rojiblanco y con el Madrid confiado al balón parado, Carvajal se lesionó. Le sustituyó Danilo y Zizou no alteró los planes: control atrás y contragolpe. Oblak sigue haciendo prodigios. De haber perdido la final, a empatarla con ese centro de Juanfran que Carrasco, el agitador, revulsivo total, alojó en la red.
Zidane hizo los tres cambios con el 1-0 y empató el Atlético. Prórroga; las lesiones de Koke y Filipe condicionan. Penaltis. ¿Qué es la felicidad? El gozo que experimentan los jugadores y aficionados del Madrid en la Champions; lo contrario es lo que persigue al Atlético en esta competición maldita: una decepción muy cruel tras otra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar