Julián Redondo
Que viene el lobo
Las virtudes del Barça son más apreciables al comparar el fútbol que despliega ahora con el que ofrecía a finales de año, cuando hasta el «caganer» discutía el trabajo de Luis Enrique. Esos tiempos de zozobra, sazonados con una cadena de escándalos institucionales, dejaron al equipo a la intemperie y al entrenador en el umbral de la oficina del paro. A Zubizarreta le pilló el toro y cuando parecía que todas las fichas del dominó se tambaleaban, surgió el fútbol. El auge del Barça ha coincidido con el desplome del Madrid y la eliminación del Atlético en Copa, todo lo cual ha propiciado un armisticio que sólo citas inaplazables, como la de Bartomeu con el juez Ruz en viernes 13, alterarán la armonía recién adquirida. Pero ya no es un síntoma sino un incidente. La victoria ante el Villarreal es más que un resultado y la primera piedra de la final, es muestra del crecimiento de la plantilla, señal evidente de aquel aviso secular: que viene el lobo. El juego del Barcelona es veloz y persistente, solidario y combinativo, brillante, de nuevo tan superior que un equipo apañado como el de Marcelino queda retratado en cuanto los artistas del Camp Nou toman la iniciativa. Y lo hacen desde el principio, liderados por Messi, el artífice del apogeo del «guardiolismo», a Leo se le veía porque es un futbolista monumental, pero compartía foco con Xavi e Iniesta. El guión ha cambiado. Xavi no es titular, Iniesta se está «reseteando» y él se ha convertido en el jefe indiscutible que maneja el «tempo» de los partidos a su antojo, secundado por dos nuevos socios, Neymar y Luis Suárez, y respaldado por todo un equipo. El lobo está aquí.
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