Julián Redondo
Rafa ha vuelto
Tres sets a cero. Un marcador indiscutible, que refleja contundencia del vencedor sobre un perdedor humillado. ¿Humillado Murray? A Nadal no le molestó la espalda, zumbó con el revés y apretó con el servicio. Murray no sentía las piernas, lo gritaba: «No legs!». Le pasó factura el partido con Monfils, aunque le regaló el quinto set, y ni por un instante convenció de su condición de semifinalista al público, que dejó de ser respetable cuando, con Nadal al servicio, repitió y repitió una ola imposible de elevarse, tan cansina como el escocés. ¿Murray humillado? Rendido, sí, incapaz de contrarrestar la fuerza, la decisión, el saque, el resto y los «winners» del número uno, que no se permitió un parpadeo de debilidad. Jugó sin compasión mientras en la grada el tío Toni sonreía como nunca le habíamos visto.
Rafa ha vuelto; pero tiene que demostrar ante Djokovic que la semifinal fue una tormenta de arena que él provocó, no un espejismo. El partido entre Nadal y el serbio reúne todos los alicientes posibles: el número 1 en juego, el noveno Roland Garros del uno o el primero del otro; la posibilidad de que Rafa alcance a Sampras (14 Grand Slams)... McEnroe apostaba por «Nole», con cuatro victorias consecutivas frente al mallorquín, la última sobre la arcilla romana: significativo. Pero eso fue antes del huracán que barrió a Murray, antes de recordar que Nadal ha ganado a Djokovic cinco veces en esta tierra.
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