Alfonso Ussía
Rajoy y los «caganers»
El presidente Rajoy me ha sacado de quicio en numerosas ocasiones con su aparente indolencia, actitudes dubitativas y extralimitada paciencia. Pero vistos los resultados de su gestión final ante el golpe de Estado de Cataluña, hay que concederle más que un margen de confianza. Los ha pulverizado y obligado a hacer el ridículo. Un ridículo, por otra parte, acelerado por el pánico y la cobardía. –Ahí os quedáis–, han dicho los «caganers». Y en Bruselas se hallan.
El «caganer» es una figurita de barro cocido y posteriormente coloreado que forma parte, más que de la cultura, de la cultureta catalana. El protagonista acuclillado se identifica, y siempre a sus espaldas se advierte un montoncillo de estiércol humano. Este año, no es necesario exprimir la imaginación procaz de los creadores de «caganers» para encontrar personajes a ridiculizar. Con figuritas de Puigdemont, Comin, Dolors Bassa – me pido una–, Joaquim Forn, Meritxell Serret y Meritxell Borrás, se cubren varios y holgados escaparates. El independentismo ha demostrado estar muy unido a esa ordinaria costumbre alfarera de los «caganers». Son «caganers» por definición. Y los que seguirán después. Oriol Junqueras, Turul, Rull, Forcadell, Trapero, el taxista marroquí y Anna Gabriel, que ya ha aceptado la convocatoria de elecciones del 21 de diciembre. ¿Por qué tan poca hidalguía en la defensa de la histórica República Independiente de Cataluña de dos horas de ilegal vigencia? Porque Rajoy ha convertido a sus impulsiores y dirigentes en insignificantes «caganers». Recomiendo a los fabricantes de esas porquerías, que no rompan los moldes de Iglesias, Ada Colau, Echenique, Monedero y demas podemitas palanganeros de la independencia catalana. A estos últimos también se les avecinan transtornos intestinales y torrenciales correntías.
Después de la que han montado, y con posterioridad a la exposición de la querella del Fiscal José Manuel Maza acusándolos de rebelión, los héroes de Cataluña han salido por pies, a toda pastilla, abandonando a sus compañeros de utopías y solicitando, por medio de un abogado belga experto en defender a terroristas de la ETA, asilo político en Bélgica. La estética de la cobardía y el egoísmo ha dejado sin argumentos a muchos ingenuos partidarios del separatismo, a decenas de miles de engañados por las mentiras oficiales, a centenares de miles de seguidores de TV3, a más de un millón de exaltados abandonados por la cobardía y las chapuzas de sus ídolos. Rajoy, con paciencia, con medida, con inteligencia, y con tacto en los pactos con otros partidos constitucionalistas, ha dejado a estos medrosos y mentirosos con el culo al aire, como buenos «caganers». Todos ellos herederos de Josep Dencás, el mítico «conseller en cap» de Companys, que al ver el tricornio de un guardia civil huyó del Palacio de la Generalidad por las alcantarillas.
He hablado con muchos de mis amigos de Barcelona, y me dicen que la tensión ha disminuído tanto que la gran ciudad se está pareciendo a la que siempre fue. La mayoría silenciosa ya ha demostrado su fuerza y su unidad y trabaja y estudia. Y la minoría independentista hace lo mismo, un tanto decaída por la cobardía de sus dirigentes, que no es galllinería circunstancial, sino histórica.
El final, hasta el momento, de la farsa, deja en muy mal lugar a los «patriotas» del independentismo. Tienen negro el futuro. Los delitos se pagan en un Estado de Derecho. Todavía están a tiempo de embarcar en un avión que los lleve de Bruselas a Caracas. Es su última posibilidad de salvación. Pero ya han quedado muy mal. «Botiflers» y «caganers», fugitivos de ellos mismos. Me figuro la expresión de los Jordis en Soto del Real. Presiento el desasosiego de los que no han huido. Rajoy les ha bajado los pantalones, los ha puesto en cuclillas, y ¡pumba!, lo que viene después. Traidores a España y traidores a los suyos. Pobre gente.
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