José María Marco

Regeneración danesa

Estos días, la regeneración de España nos lleva por el norte, hasta Dinamarca. Hasta hace poco tiempo, nuestros regeneradores no nos llevaban de excursión y se limitaban a preconizar una socialdemocracia clásica, en abstracto, lo que nos hacía pensar que el PSOE en nuestro país tiene poco de socialdemócrata, si es que alguna vez lo ha tenido. De todos modos, hay que recordar que también los compañeros politólogos querían llevarnos de viaje, esta vez por el océano hasta Venezuela.

Los nuevos regeneradores parecen pensar que Copenhague es más divertida que Caracas. Puestos a regenerar la sociedad, la psicología y el carácter del pueblo español –degenerado sin remedio– está por ver si el titular de la soberanía no opta por el trópico, que da más juego. Lo de Dinamarca parece más para gente escogida y selecta, más lanzada y dispuesta a intentar entender los arbitrios económicos que han empezado a proponer los regeneradores daneses, que más parecen tecnócratas que políticos. Así parece corroborarlo el hecho de que, como se recordó recientemente, Luis Garicano, uno de sus principales mentores, se mostrara partidario de solicitar el rescate en el verano de 2012, lo que indica, entre otras cosas, que entonces sentía escasa confianza hacia la sociedad española.

Sin duda que todo esto resulta algo desabrido para quienes se están esforzando por aportar elementos nuevos, e interesantes, en el debate sobre la reforma de un Estado de Bienestar ineficiente e injusto, en particular para los jóvenes y para los empresarios y los autónomos. Ahora bien, un partido político está en la obligación de ser mucho más que un laboratorio de ideas destinado a proporcionar expedientes para arreglar tal o cual cosa, como quien cuelga un recetario en su blog. Los partidos políticos deberían aspirar a articular mayorías sociales y ofrecer una visión de la sociedad y del mundo. Es ese marco el que posibilita la estabilidad democrática.

Es posible que sea eso, precisamente, lo que los degenerados estamos echando de menos. Y tal vez sea ese uno de los motivos que explican el escaso atractivo de los grandes partidos, el desconcierto del electorado y la aparición de nuevos grupos que parecen bellas flores de un día o fugaces auroras boreales. La regeneración, ya sea danesa, venezolana o sola y sin mezcla, parece antes que nada un recurso de los propios políticos para engañarse a sí mismos mientras creen que pueden (podemos...) jugar con un electorado, que seguirá echando de menos una visión política articulada, comprometida, adulta, sin regeneradores, ni tecnócratas, ni viajes del inserso.