El desafío independentista

Resignación

La Razón
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Algo no cuadra. Desde todas las tribunas se pregona que España está en peligro, pero los españoles siguen a lo suyo y casi nadie, fuera de Cataluña, muestra preocupación por lo que pasa allí. No se creen el desgarrón de la independencia. Sólo algunos han sacado la bandera nacional a la ventana o la han plantado, con ira, en su cuenta de internet. La mayoría sigue su vida como si tal cosa. No se oyen tambores de guerra. Prevalece en la calle la sensación de que también lo de Cataluña es cosa de los políticos y que con su pan se lo coman. A los más hastiados se les oye, si acaso: ¡Que se vayan de una vez y nos dejen en paz! No importa el martilleo de las noticias, el creciente dramatismo público a medida que se acerca el desenlace y las alarmadas tomas de posición de los intelectuales, los hombres de negocios, los juristas, los obispos y hasta los famosos del espectáculo o del deporte. Da igual. El pueblo llano se muestra indiferente. Pocas veces ha sido tan llamativa, como en este caso, la distancia entre la gente de la calle y la élite dirigente. Veremos quién huele mejor los vientos. Pero acaso este desinterés de la gente se deba más bien a la resignación, que como percibió Miguel Espinosa, está en la naturaleza del pueblo. No cuadra tampoco que si esta crisis de Estado es la más grave de los últimos cuarenta años, como dice Felipe González, y vuelven «las dos Españas», el Rey, garante de la unidad y la concordia, no se haya dirigido a estas horas, ni parece que piense hacerlo, con un solemne mensaje radio-televisado a la nación, como hizo su padre cuando los guardias del 23-F amenazaron el régimen constitucional. No sólo parece ausente de la refriega en este momento decisivo el presidente del Gobierno, sino también el Jefe del Estado, aunque nadie en sus cabales puede pensar que permanecen agazapados detrás de jueces, fiscales y policías, y no están, de forma efectiva, al frente de la situación. Tanto el Rey Felipe VI como el presidente Rajoy saben que, además del porvenir de España, la suerte de sus respectivos mandatos depende de la solución de la crisis de Cataluña. Mientras tanto, el pueblo, indiferente o cobarde, vuelve la espalda y se refugia en la resignación.