Champions League

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Respeto

La Razón
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«Lo que más admiro de tu arte –le comentaba Albert Einstein a Charles Chaplin– es la universalidad; no dices ni una palabra, pero todo el mundo te entiende», a lo que respondió Charlot: «Cierto, pero tu gloria es aún mayor; el mundo entero te admira, aunque nadie te entiende». Admirable es que el Atlético y el Real, por riguroso orden de clasificación, hayan llegado a la final de la Liga de Campeones, y el esfuerzo sobrehumano de las huestes de Simeone para encerrar al Bayern en el área rojiblanca y salir airosos, y el paso al frente de las estrellas de Zidane para, en cuatro meses, voltear una situación que les empujaba al abismo. Con o sin permiso del Barça, hoy los dos aspiran al título liguero y ambos van a dirimir en Milán la hegemonía del fútbol europeo. Puede que se entienda mejor a lo que juega el Atleti, defender hasta morir y sacar petróleo de una o dos prospecciones de gol, que el cubismo madridista, tan difícil de descifrar, de encasillar en un estilo, pero apto para el progreso. Admirables los dos equipos que ya disputaron idéntico cetro hace dos años en Lisboa. Lo ganó el mejor tras un desenlace novelesco. Y repiten un encuentro que ya en 2014 era un hito, inédito. Ha habido cuatro finales de Champions con dos equipos de un mismo país –Madrid-Valencia, Milán-Juve, Manchester United-Chelsea y Bayern-Dortmund–; pero de una misma ciudad, pongamos que hablo de Madrid, sólo éstos. Por eso ondean sus banderas en la Casa de Correos. Merecen el máximo respeto y que se respeten entre ellos, entre los jugadores contendientes, como suelen hacerlo, y entre ambas aficiones, si supieran hacerlo, como Chaplin y Einstein.