Alfonso Merlos

Ricos y pobres

A la hora de la verdad se retratan. Se les cae la máscara. Comparecen ante los españoles en estado puro, como lo que son: un partido comunista que lo confía todo a la más vieja dialéctica de la lucha de clases. Leninismo en estado puro. Ideologías derrotadas en el camino de la historia. Experimentos fallidos. ¿Ésta es la receta para salir de la crisis?

No, señores con coleta, no. Ni el país está podrido en sus instituciones todas, ni los representantes que hemos elegidos están vendidos del primero al último a no se sabe qué poderes fácticos, ni los millonarios se levantan cada mañana con el objetivo de arruinar a la mayoría, de explotarla, de pisar sus derechos, de ahogar sus libertades. Este discurso sobre el que se levanta la gran marcha de Podemos es el de la mentira, el odio y la cizaña.

¡Qué va! No son éstas las movilizaciones que necesitamos. Tiene cierta lógica que si los chavistas de la Complutense aún no han tomado concejalías ni conserjerías ni ministerios se propongan tomar las calles. Pero, ¡¿es ésta la forma de despertar la ilusión de los ciudadanos?! ¿Desde la bronca, desde las insidias, practicando el juego sucio?

No, amigos, no. El desafío colectivo que tenemos por delante no pasa por privar de sus bienes y sus propiedades a quienes con su esfuerzo y su talento y su perspicacia los han ganado legítimamente. Pasa por derrotar la precariedad, por igualar pero por arriba, no por abajo. Y por enterrar la vieja idea de que la burguesía se esfuerza cada día en oprimir al proletariado. ¡No sean demagogos, ni antiguos! No jueguen con el sufrimiento de la gente que aún lo está pasando mal. ¿Tanto cuesta?