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Jacob Saxton, ciudadano británico, está tuiteando con 50 años de retraso la Revolución Cultural china. «Le interesa la historia moderna china», explica Sarah Zang en la revista «Atlantic», «y el año pasado estaba leyendo ‘‘Mao´s Last Revolution’’ (...) En agosto, cuando alcanzó su cota máxima la violencia contra los profesores, pidió dos días en el trabajo para no perder comba». La cuenta de Saxton ofrece la posibilidad de pasear en tiempo real por uno de los periodos más desquiciados del siglo XX. La lectura de sus tuits restituye la genocida gloria del experimento social chino. «En un Beijing congelado, los trabajadores rebeldes y los estudiantes se equipan con cascos y barras de hierro para asaltar las redacciones de los periódicos locales» (03/01/67). «Cientos de contables de Shanghái hacen cola a la puerta de los bancos para sacar dinero y satisfacer las demandas salariales de los trabajadores rebeldes» (03/01/67). «El Consejo de Estado pide a la Guardia Roja del sector areonáutico que deje de pintar de rojo las puertas en Beijing. Es confuso» (30/12/66). «La gente hace mofa de los familiares exhumados de Confucio, que cuelgan desnudos de un árbol desde el 30 de noviembre, por lo que la Guardia Roja quema sus restos en una zanja» (06/12/66). «Los guardias rojos deciden usar dinamita para abrir la tumba de Confucio. Cuando bajan al cráter no queda ningún resto humano» (01/12/66). «Bei Guancheng, maestra de escuela, que se ganó la ira del secretario local del Partido, Wang Xingguo, por denunciarle a Beijing, es atacada» (02/10/66). «“¡Fuiste a Pekín para establecer contactos contrarrevolucionarios!”, gritan los guardias rojos, aplastando la cabeza de Bei contra una mesa de ping pong de cemento» (02/10/66). «Wang Xingguo asiste a la tortura de Bei Guancheng. Ella ríe. Al final del día, en casa, Bei se suicida» (02/10/66). «Los guardias rojos de la escuela primaria Jixianghutong de Beijing, de no más de 12 años de edad, apalean al director de la escuela, Qiu Qingyu, hasta matarlo» (01/10/66). «En el último mes, los funcionarios han registrado 1.772 asesinatos en Beijing, la mayoría a manos de los guardias rojos; especialmente por los más jóvenes» (18/09/66). «Desde el 23/8/66, 84.000 hogares de familias burguesas han sido allanados y entregados por la Guardia Roja en Shanghái» (08/09/66). «La brigada local de la Guardia Roja de Daxing entierra vivos a los indeseables. «Abuelita, tengo arena en mis ojos», dice una niña de 8 años. «Pronto no la sentirás» (01/09/66). Aconsejo visitar la cuenta, Cultural Revolution@GPCR50, a todos cuantos percuten en la condena de la democracia mientras exhortan a fumigar indeseables.

En EE UU Donald Trump prometió «drenar el pantano», por Washington DC. En España disfrutamos a nuestros jóvenes timoneles, empeñados en «reformar la Constitución» y acabar con el pacto del 78. Todavía no han llegado al punto de enterrar viva a la gente, pero los hermana su capacidad para detectar enemigos del pueblo y la denuncia del statu quo. Qué miedo dan los puros, los airados, los que traen un tiempo nuevo, los fustigadores de vicios públicos, los que quieren salvarnos, incluso a costa nuestra.