Iñaki Zaragüeta
Sánchez, negro futuro
El negro es el color dominante de los nubarrones que emergen en las perspectivas políticas de Pedro Sánchez. Por más que el secretario general del PSOE propague a los cuatro vientos su intención de seguir al frente de la organización aunque tuviera que enfrentarse a la sultana andaluza, Susana Díaz, su andadura pública, al menos como líder, se acabará en la noche del 26-J cuando se haya consumado el «sorpasso» –no sé por qué no le llamamos por su nombre «zapazo»– y la coalición Podemos-Izquierda Unida y demás acompañantes se erijan en segunda fuerza tras el Partido Popular de Mariano Rajoy.
Sánchez perdió la oportunidad de decidir la Presidencia del Gobierno tras las elecciones del 20-D tanto en dejar a un Gobierno del PP en minoría –es lo que le convenía– como en tragar con las exigencias de Podemos para ser él quien ocupara La Moncloa. Ahora se verá en la obligación de hacer lo que no quiso. Pero en lugar de participar como segunda fuerza, lo ejecutará como tercera en una deriva como la del PSI (italiano) o el PASOK (griego).
Pablo Iglesias es quien lo tuvo claro desde el primer día, optar por unas segundas elecciones desde la prepotencia, con una Izquierda Unida desfondada con sus dos diputados a pesar de sus 925.000 votos y dispuesta a aceptar cualquier proposición que beneficie a cuantos más de los suyos. Ahora sabe, Iglesias, «of course», que superar en más de dos puntos al PSOE significará sobrepasarle en votos y en escaños. Entonces, quien deberá conformarse con una vicepresidencia no será él sino Pedro Sánchez, cuestión imposible si su organización quiere tener un átomo de supervivencia. Así es la vida.
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