Iñaki Zaragüeta
Sánchez riza el rizo
Cuando algo es difícil de entender y además complicado de explicar, podríamos denominarlo con esa frase tan castiza y circense «rizar el rizo», dicho que le viene al pelo a la «genial» idea del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, de abrir negociaciones «desde los nacionalistas al PP, desde Podemos a Ciudadanos, pero no me postulo para presidente (sic)» que asombró a todo el espectro político, incluida la mayoría de socialistas.
Dispuesto a complicar la vida hasta el infinito, Sánchez, ni corto ni perezoso, agarró ayer el teléfono para hablar con el presidente en funciones, Mariano Rajoy. ¿Qué tal, señor Rajoy?, en su afán por evitar el tratamiento de «presidente». «Muy bien, señor Sánchez –respondió en justa correspondencia– recién aterrizado de la cumbre del G-20, que ha resultado un éxito. Por cierto, ¡cómo organizan los chinos la parafernalia colateral de estos eventos! Impresionante. También pude comprobar cierta preocupación en los mandatarios sobre la situación española. Si es difícil de entender para nosotros, imagínate para ellos. Pero dime ¿qué se te ofrece?». El tuteo es habitual en las conversaciones privadas. Con voz de circunstancias e intentando evitar que le tomase a broma, se limitó a «como sabes, he decidido iniciar conversaciones con todos los partidos parlamentarios para desbloquear el escenario actual». ¿Y...? replicó desganado el líder popular. ¿Pues eso... que si estás dispuesto a sentarte y hablar? «Mira, Pedro, el asunto es de especial trascendencia. La solución de España, como país desarrollado y como te he reiterado desde diciembre, pasa por un acuerdo entre nuestros dos partidos. Como comprenderás, yo me ocupo de los problemas de España, no de los que tú tengas en tu organización, en los que además no tengo ninguna competencia». No habían transcurrido diez minutos. «Avísame cuando tengas algo importante que decirme. Un abrazo (por aquello de la educación que corresponde al cargo)». «Adiós, presidente (se le escapó en una traición del subconsciente)».
Tras conocer la conversación, mi amigo Rogelio recordó «¡ya viene el cortejo!/ ¡ya viene el cortejo/ Ya se oyen los claros clarines...». Pero esta vez tañendo cual campanas, no anunciando la marcha triunfal de Rubén Darío. Así es la vida.
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