Alfonso Merlos
Ser y estar
Gana el Gobierno. Gana España y ganan los españoles. El asiento en el máximo órgano de decisión en Naciones Unidas hay que aprovecharlo. Y estamos en condiciones de hacerlo. Somos una potencia política, económica, cultural. Y eso nos sitúa en una dimensión diferente y superior respecto de la mayoría de miembros de la Sociedad Internacional.
Pero, ante una responsabilidad y un desafío de esta envergadura, no podemos simplemente estar: ser comparsas, aliados o adversarios de Estados Unidos o de Francia, de Reino Unido o de China. Hemos de tener voz y voto. Esto significa que nuestro embajador ha de defender la agenda española en Europa y en el mundo. Sin titubeos, sin complejos, sin renunciar a lo que representamos como abanderados de las posiciones latinoamericanas en tantos y tantos casos como mediadores en el diálogo de Occidente con el mundo árabe en tantísimas ocasiones.
No somos un nación más. El ministro José Manuel García-Margallo así lo ha hecho saber a sus colegas antes de conseguir nuestro sitio. Es verdad que afrontamos, intestinamente, un periodo de múltiples convocatorias electorales (autonómicas, locales, quizás catalanas, generales...). Pero no podemos obviar que nuestra proyección exterior es decisiva para tratar de terminar de salir de la crisis económica, para afianzar globalmente nuestra recuperación, para devolver a nuestro bolsillo el crédito perdido.
El Estado Islámico de Irak, las guerras larvadas durante demasiado tiempo en el África Subsahariana, las catástrofes medioambientales, los desórdenes en los flujos migratorios... el panorama estratégico es tan vasto que no puede sino requerir de urgencia determinación y claridad moral a la hora de tomar decisiones. España está en condiciones de sumar para que las relaciones de cooperación y colaboración prevalezcan sobre las de conflicto. Sin duda.
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