Gaspar Rosety

Sporting y Vega-Arango Arango

Toda una vida dedicada al club. Fue futbolista antes que fraile y libró duras batallas en nuestro deporte. Elegido primer presidente de la Liga Profesional, supo hacer grande a un equipo que bordó el fútbol al final de los setenta. El mejor equipo del siglo largo rojiblanco. Su obra ofrece dos etapas y en ambas, como siempre, hallaremos éxitos y desaciertos. En conjunto, ha sido un buen dirigente, conocedor de los entresijos del balón, manejador de tiempos, diplomático, sincero cuando tuvo que serlo y cínico cuando la ocasión lo requirió. Los errores que se le imputan son recientes. A mi juicio, le sobraron dos años. De haberse ido con el equipo en Primera División, y con Manolo Preciado, otro gallo cantaría. Sin embargo, prefirió quedarse, para no saltar del barco como las ratas y porque el club es su vida. Ha dicho adiós y han acertado de pleno, tanto los que se lo han sugerido como él, que llevaba tiempo meditándolo. Lo que se avecina necesita otra estructura y otros hombres. Cuatro décadas desgastan demasiado. Con Vega-Arango se marcha media historia del club y una barricada, la que asumía buena parte de las críticas. Desde hoy, vivirá tranquilo; los tiros apuntarán hacia otras cabezas y se sabe que la guerra civil del sportinguismo aún tiene muertos pendientes. Lo saben las barras de los bares, que escuchan las voces de la calle.

Gijón necesita ahora un valiente, profesional a tiempo completo, capaz de echarse el club al hombro, que sienta los colores y sea hombre de fútbol. El Sporting vive en estado de emergencia y toda ayuda será poca. Seamos agradecidos con Vega-Arango.