Política

Sabino Méndez

Suplantación de voluntad

Suplantación de voluntad
Suplantación de voluntadlarazon

En los coches se llama «ángulo muerto» a ese punto del panorama visual del conductor que queda opacado por algún elemento constructivo esencial y por donde, precisamente, pueden llegar los peligros al ser su punto débil. En el referéndum por el plan secesionista que ayer ofrecieron al Congreso tres oscuros diputados del Parlamento regional, el ángulo muerto no sería tanto la espantada para defenderlo de Mas como la suplantación de la voluntad popular que intentan vender sus enviados. Hablan de que «Cataluña quiere», de que «los catalanes piden», pero no es así. Lo exacto sería decir que una parte de los catalanes aspira a unas cosas que otra parte de lo catalanes no quiere ver ni en pintura. Los catalanes somos muchos y variopintos. En las últimas elecciones regionales fuimos a votar tres millones seiscientos cincuenta y siete mil cuatrocientos cincuenta de ellos. Un millón decidió que lo que le ofrecía el arco político catalán no le interesaba y no fue a votar. A dos millones no les estaba permitido hacerlo por diversas razones legales. Entre los que fueron a votar, un 36% estaba en contra de secesiones y referéndums, con lo que queda claro lo que sucede en Cataluña. No es sólo que las desafortunadas políticas autonómicas hayan dividido a la población, es que la han cuarteado, la han fragmentado. En la transición, la recuperación de los rasgos de catalanidad (tradiciones, particularidades) fue apoyada por una sociedad civil en la que estábamos prácticamente todos los catalanes. Hoy, gran parte de ese tejido de sociedad civil se ha alejado del catalanismo, víctima de sus errores totalitarios.

Por mucho que Herrera, Turull y Rovira intenten hacer creer que es la sociedad catalana quien los respalda, lo cierto es que detrás sólo tienen una parte. Una parte que encima no es civil sino política en la medida que recibe subvenciones desde arriba. Lo único que le queda de la sociedad civil al catalanismo es ese aire colegial de chiquiparque, de guardería y jardín de infancia provinciano que tuvo la visita de despedida a la Asamblea Nacional de Cataluña de los tres diputados antes de partir para Madrid. La ANC es una asociación pro-independencia que impulsa una mujer apellidada Forcadell. Cobra una cuota de cuatro euros al mes a sus simpatizantes. ¿Saben cuantos afiliados tiene? Veintiséis mil. Compárenlos con las cifras de votantes que mencionábamos. Con tan escasas cuotas han de recibir ayudas de Omnium Cultural, que a su vez recibe subvenciones de la Generalitat. Existe un montón de catalanes (de derechas e izquierdas) que empiezan a estar hartos de que desde esos escasos treinta mil de una sociedad política se use el nombre de seis millones en vano. Luego, claro, con ese talento para las proporciones matemáticas se acaba haciendo el mismo ridículo que hizo ya hace años Joan Ridao ante Solbes. Igual que, esta vez, nuestros tres corderitos buenistas sacrificados a la trampa de la supuesta sociedad civil de los nacionalistas.