Cástor Díaz Barrado
También Irlanda
No están sentando bien en el Gobierno británico las posiciones, tan firmes y sólidas, que está asumiendo la Unión Europea para llevar a cabo la salida del Reino Unido. Las directrices que se han marcado son muy claras y expresan una verdadera defensa de los intereses comunitarios. Los ciudadanos de la Unión no están, ni mucho menos, en una situación inferior a los ciudadanos británicos, ni se van a tolerar tratos especiales, como ha sucedido en el pasado. La salida significa la salida y abandonar definitivamente la Unión Europea con todas sus consecuencias. La disparatada política exterior británica ha encontrado una nueva dificultad. Ha perdido la batalla política sobre Gibraltar en la Unión Europea y sólo le queda, como siempre, la ocupación militar que ejerce sobre el territorio español. La situación en Escocia se resquebraja y se busca alguna fórmula para asegurar la permanencia de los escoceses en el seno de la Unión. Y, ahora, se reflexiona sobre Irlanda del Norte. Los irlandeses tendrán que sufrir las consecuencias de decisiones equivocadas y no quieren. Europa está abierta y decidida a acogerlos. Lo que no debe suceder es que Marine Le Pen triunfe en las próximas elecciones francesas, ya que, entonces, la debilidad caería por la parte de la Unión Europea. Entretanto, se están sentando las bases de la negociación para la retirada del Reino Unido y todo apunta a que los Estados de la Unión están en la buena dirección. No se trata de cesiones ni de complacencias ni se va a permitir que se negocie con cada uno de los estados miembros de manera independiente. La Unión Europea va a por todas y, si recibe el impulso preciso que necesita de las elecciones en Francia, seguro que alcanzará unos buenos resultados en las negociaciones con los británicos. Gran Bretaña no tiene otra salida. Abandonar la Unión Europea tiene sus consecuencias no sólo políticas y económicas, sino, también, territoriales. Ahora le toca a Irlanda.
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