María José Navarro
Tierra huérfana
Imaginen un lugar en el que se oye hablar andaluz, árabe e inglés, lleno de gente de paso. Un sitio con puerto, ferry y conflicto fronterizo, con guasa y con arte. Con una valla que separa la tierra de unos de la tierra que otros, que , siendo igualitos que los primeros y hablando con su mismo acento, reclaman para sí en otro idioma, con acento de las Midlands y manoteo gaditano. Imaginen nacer y mirar a un lado y ver agua y, tras el agua azul, una costa con pueblos blancos parecidos a los propios en los que se habla árabe con acento rifeño y se reza cinco veces al día al son de una llamada que recuerda al quejío con el que cantan los de este lado del Estrecho. Imaginen mirar al otro lado y ver una piedra gorda con bandera extranjera y aire compatriota cuya seña de identidad son una panda de monos la mar de impertinentes. Imaginen todo eso, si es que tienen suficiente imaginación, y caigan en la cuenta de que esa tierra asombrosa existe y su gente vive con compás de Cádiz en la frontera británica, comiendo mantequilla holandesa de lata. De allí, de Algeciras –que es lo mismo que Al Jazeera pero sin plataforma de satélite– era Paco el de Lucía la Portuguesa, el hermano de Ramón de Algeciras, un genio que se nos acaba de ir antes de tiempo. Por qué se le consideraba un genio se entendía al verle tocar; de dónde de venía el genio se entiende quizás al conocer la tierra extraordinaria en la que nació, la tierra que hoy se ha quedado huerfanita de compás y de talento.
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