Houston
Torpe, desaforada y muy útil
Esta mujer, que se desmayó en coma profundo, es culpable y redondea así su utilidad como galón del sistema. La asunción de la sentencia y por qué se decidió por el delito es cosa suya; la utilidad, una consecuencia apetecible para la política y el entretenimiento. El sol y la jauría a la hora del almuerzo, ese escenario de asfalto y gentío, del «día que nací yo, ¿qué oscuro planeta reinaría?»: todo un «star system» en cartoné con ella de último y desorientado ejemplar. Si quieren leer sobre su poncho, sus bragas y sus gafas, habrá bastante escrito hoy sobre esos detalles tan determinantes. Pantoja ha delinquido, como tantos anónimos y otros grandes astutos que sí siguieron las enseñanzas de Baudelaire: «Ser el centro del mundo, estar oculto al mundo, decidir por el mundo». Sus delitos, torpes, urgentes y desaforados, como ella, son espectáculo de corrala, retales de un país tristón y ensimismado. La exhibición de su sentencia, retransmitida en directo por la televisión, es un sucédaneo de la justicia que no sana en los partidos ni en las entidades financieras. El respetable se excita, la envidia, la quiere ver enjaulada como un jilguero o arrastrando la bata de cola por una cárcel de mujeres añosas. A ella, cuyo mundo finaliza donde alcanza su vista, le ha faltado salir como Carmen Amaya cuando, con su troupe gitana, ordenó utilizar los somieres de las suites del Walfdorff Astoria de Nueva York para hacer sardinas asadas. Alarmado por el humo y el jaleo, el director del hotel la amonestó, y aquella otra, Carmen, se puso en jarras: «Pero, ¿acaso se ha quemado aquí algo?». Cuando Pantoja llegó de consorte a la Costa del Sol, el humo se veía de lejos. La ciudad era un gigantesco crimen de cuché, pero durante años fue como si en Pompeya disimularan la erupción del volcán. Todavía hoy hay restos de lava y años de desescombro.
¿Cómo se cuantifica el «spin-off» mediático de la actividad marbellí de Pantoja? ¿Qué dinero genera esta estampa sobre la que toda España tiene opinión, apelativo y sentencia? A mí me parece una artista de poca moneda, que es lo que es ella, para redimir tantos asuntos pendientes. Isabel, con su nombre a secas, sin todo lo que le cuelga, es un valor del entretenimiento gris y ramplón. Esa fábrica de tópicos que, teniendo la propiedad en Madrid y vendiendo la mercancía al resto de España, sólo insiste en encontrar en el sur estas flores arrebatadas, raciales y patéticas. Resumiendo, si se repone de este vahído, que ya deben estar tipificando en Houston, recurrirá y luego, si toca, pagará por sus fechorías. Ella, que con oficio prefirió la «guappería», a los «guappos», esos que,en lenguaje mafioso, viven de la astucia y fuera de la Ley.
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