María José Navarro

Tráfico

En Madrid, urbe capital con una baja tasa de analfabetismo, han vuelto las zanjas a las calles (sin que sepamos muy bien para qué sirven o por qué se hacen, ya se sabe que a la autoridad le incomoda explicar al contribuyente por qué hace todas esas cosas molestísimas que hacen que los días en la capital sean a veces insoportables). El caso es que por culpa de ciertas zanjas, hay en Madrid unas cuantas calles principales cortadas o con el tráfico restringido. En una de ellas, que es de las más gordas, han puesto un cartel que anuncia que el tráfico queda limitado a transporte, residentes, bicis y motos. ¿Qué hace el madrileño medio ante esto? Naturalmente, caso omiso. Ya se sabe que en este país hacer caso a un cartel es de blandengues y si no hay multa, pues como si en el cartel hay foto de Rita la Cantaora. Tal es la desobediencia ciudadana, que en el cruce de marras hay permanentemente dos policías municipales encargados de decirle a la gente exactamente lo mismo que pone en el cartel. Esto es, hay dos miembros menos de las fuerzas de seguridad ocupados 24 horas en leerle a la gente lo que pone en un cartel bien grande: están entrenados y cobran para ser policías, pero luego son lectores encargados de leer en voz alta lo que todo el mundo puede entender. Que Madrid es una ciudad en penuria económica, sucia y llena de baches es una verdad demostrable; que los madrileños somos unos de los principales enemigos de la misma, también. Y eso que la mayoría sabemos leer, también lo que no nos da la gana de entender.