José María Marco

Turismo

La Razón
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España es líder mundial en competitividad turística y el sector representa en España en torno al 10% del PIB. También es una industria exportadora, por la calidad de los servicios turísticos españoles, y es la prueba de la estabilidad de nuestra sociedad. Lo importante del turismo, dicen siempre los profesionales del sector, no es que los extranjeros vengan al país. Lo importante es que vuelvan y en el caso español lo hacen por el clima, el paisaje, la comida y el carácter eminentemente sociable de los españoles, pero también por la sofisticación de los servicios a los que tienen acceso aquí, las posibilidades que abre el uso intensivo de las nuevas tecnologías, la calidad de las infraestructuras y de la sanidad, y también por la seguridad.

Pues bien, a pesar de todo esto el turismo no siempre tiene buena prensa en nuestro país. El nuevo equipo municipal de Barcelona ha decretado una moratoria en la oferta de nuevos servicios turísticos y en Canarias se habla de una tasa turística como la que en su tiempo hubo en Baleares, como si el turismo se opusiera a la calidad de vida.

Los motivos de esta falta de consideración hacia un sector económico estratégico son variados. El primero es que el llamado de masas es destructivo de por sí –argumento supuestamente ecológico- y también sería capaz, al requerir una muy copiosa mano de obra poco cualificada, de obstaculizar una economía más desarrollada. Es un argumento absurdo, dada la complejidad del sector turístico en España, y dice más de la actitud elitista de quien lo utiliza que de la realidad del turismo. El turismo es también efecto y motor de la libertad de movimiento y por tanto de la globalización. Esto tampoco gusta demasiado en los tiempos actuales, que ven un resurgir del prestigio si no de las fronteras, sí de las identidades, amenazadas, al parecer, en un mundo globalizado.

Nunca se ha visto que los españoles –ni los andaluces, ni los canarios, ni los madrileños o los mallorquines- hayan dejado de serlo por los turistas, pero vivimos tiempos de exaltación identitaria y los nuevos nacionalistas, que en España son casi siempre de izquierdas, se esfuerzan por infundir recelo, e incluso miedo al conjunto de la población. Detrás del escaso aprecio al turismo no hay por tanto sólo una voluntad de racionalización. Hay todo un proyecto elitista, de vuelta atrás y desprecio hacia nuestro país. Veremos de qué viven los seres superiores cuando hayan acabado con el sector.