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Un hombre ridículo

La Razón
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«Se ha apoderado de mi la única convicción de que en el mundo todo da igual». Es la conclusión a la que llega el protagonista de «El sueño de un hombre ridículo» , un relato corto escrito por Dostoievski en 1877. Ni estamos en las calles de San Petersburgo ni la visión de una estrella solitaria nos incita a replantearnos el suicidio, pero las convicciones parecen intactas 139 años después. Parece dar todo igual, y cuanto más descaro se utilice para demostrarlo, mejor.

Hace unos días conocíamos el presupuesto que supone al bolsillo del contribuyente dotar de teléfonos de última generación, tabletas y líneas de adsl a los diputados nacionales y autonómicos. No sé por qué tenemos que pagarles estas pijadas a unas personas que cobran un buen sueldo y que además, como acaba de recordar la líder de Podemos en Andalucía, disfrutan de unas dietas que resultan escandalosas para el resto de los mortales, que por cierto, somos quienes las pagamos. No sé por qué hay que pagar un dineral para que los representantes del pueblo viajen en taxi para ir al aeropuerto o a la estación de tren cuando ese mismo pueblo utiliza el transporte público cuando emprende el mismo viaje. No entiendo qué hace una sociedad mileurista pagando dietas de miles de euros a sus representantes. No sé por qué hay que pagar el ADSL a un empleado cuando gracias a sus decisiones y a sus políticas nosotros tenemos que pagar el colirio para que el equipo médico de un hospital público pueda operarnos. Da lo mismo lo que hagan en Suiza, en Alemania o en Finlandia, importa lo que pasa aquí, donde los recortes siguen asfixiando mientras sus señorías se mueven en taxi, hablan por un móvil de más de 800 euros, juegan en una Tablet y se conectan a internet a cuenta de nuestro bolsillo. Es casi pornográfico con la que está cayendo.

Dan ganas de emular al protagonista de Dostoievski , cuando en una reunión de ingenieros que debatían sobre algo como si les interesara cuando realmente les era indiferente, les espetó: «Señores, a ustedes les da igual todo». Y como sucedió en el relato, ellos , lejos de ofenderse, se reirían de nosotros.