Francisco Nieva

Un panettone por Navidad

Ya tenía treinta y cinco años cuando visité Italia por primera vez, especialmente Venecia, y precisamente en Navidad. Paseando por los alrededores del Rialto veía circular a cantidad de ciudadanos que llevaban colgando del dedo un panettone de la casa Motta. Y compré un panettone que probé en el hotel. Me pareció algo delicioso, un bizcocho bonachón y gozoso, como amasado por los ángeles de la Navidad. Desde entonces, ese regalo de la bollería nunca ha faltado en mi casa por estas fechas. Y de repente... nada de panettone, de aquella marca paradigmática, de la que se llenaban las tiendas de comestibles. Esto supone para mí una desventura, una tragedia íntima. ¿Qué ha sucedido, ha quebrado la casa? Fehaciente testimonio de la recesión económica que estamos viviendo. Aquella primera breve y feliz estancia en Venecia por Navidades, además del bonachón y sabroso panettone, me hizo descubrir a dos escritores prodigiosos, que la nostalgia me hace invocar ahora, todavía admirado de su aportación a la narrativa moderna europea. Uno es Lampedusa, el otro Italo Calvino. La aparición de «El gatopardo» supuso toda una conmoción en el mundo de las letras. Fue la revelación de un poderoso y refinado escritor y de un relato atípico, extraordinario, cuya elegante decantación y sencillez conquistó de inmediato a medio mundo. Invocando con estremecedora emoción lo que ya era un viejo mundo –vivido y «paladeado» por el escritor–, resucitaba la novela moderna, con tal fuerza emotiva y tal cantidad de lectores hipnotizados como lo fuera en otro terreno «Cien años de soledad». Reléase «El gatopardo» (en la imagen, la adaptación de Viconti, que contó con Burt Lancaster y Claudia Cardinale) y volveremos a sentir lo mismo. Otro tanto puede sucedernos si recurrimos a Italo Calvino, cuya trilogía «Gli antenati» («Los antepasados») es también paradigma de la modernidad y la evolución de la narrativa. No en vano he citado «Cien años de soledad» porque sin la existencia de Italo Calvino –sin duda bien conocido y reconocido por García Márquez– no habría existido este otro relato igualmente cautivador y apasionante. Lo digo con toda seguridad, y el muy fabuloso Premio Nobel no podría desmentirme. Léanse de nuevo «El gatopardo» y «El barón rampante» para evadirnos de la crisis que nos ha recortado hasta el panettone.