Ely del Valle
Una de cuentas
Ganar votos en unas elecciones supone conseguir más poder, pero también hacer hucha y perderlos, un varapalo económico para cualquier partido. Si tomamos como ejemplo la Comunidad de Madrid, donde el escaño cotiza a 20.000 euros, y el voto– siempre que se alcance el 3% del total– a 1,01, nos encontramos con que los populares, a pesar de haber mantenido el tipo –que, visto lo visto en el resto de las comunidades, es para que en Génova se den con un canto en los dientes–, han perdido algo más de un millón de euros con respecto a la legislatura anterior. Claro que ellos se lo pueden permitir. Completamente distinta es la situación de los dos partidos a los que los ciudadanos han desahuciado y que a partir de ahora se quedan a pan y agua, y eso sólo en el caso de que puedan pagárselo sus afiliados, que, como es evidente, no son precisamente multitud. A IU la tontería de quedarse a dos velas le ha costado medio millón, y a UPyD, 350.000 euros, que es un pastón para jugárselo en peleas de gallos.
En el otro extremo están «los nuevos»; a Podemos, que a pesar de que ya le tocó el Euromillón se ha venido financiando a golpe de colecta (y de coleta), le ha caído el Gordo, porque va a ingresar vía Asamblea 540.000 euros a los que sumará otros 600.000 que le corresponden por número de votos, y a Ciudadanos le van a saber a gloria los 740.000 que ha conseguido, entre los pitos de los escaños y las flautas de las papeletas, la lista de Aguado.
En cuanto al PSM, donde las cuentas no estaban para tirar cohetes, el gran triunfo de Gabilondo no ha sido conseguir quedarse como estaba en número de votos, sino ingresar 20.000 eurillos más por el escaño extra, que no es gran cosa, pero que vienen de perlas cuando la situación achucha.
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