Carmen Enríquez
Una pareja unida con todo en contra
Dicen quienes se mantienen fieles a la Infanta Cristina y a su marido Iñaki Urdangarín que en estos momentos previos al inicio del juicio del «caso Nóos» la pareja vive en un clima de enorme expectación al tener que afrontar el temido instante en el que comparecerán ante la Audiencia de Palma para responder ante la justicia de los delitos que se les imputan. En el caso de la hija de los Reyes Eméritos y hermana del actual Monarca, Cristina de Borbón, ella aún se enfrenta a la incertidumbre de comparecer ante el tribunal como acusada o si logrará eludir esa situación y sólo deberá declarar como testigo en el juicio en el que el fiscal pide para su marido una pena de 21 años de prisión. Atrás quedan los cinco años de penalidades por las que ha tenido que pasar el matrimonio durante la instrucción del sumario del «caso Nóos», un lustro en el que la familia Urdangarín Borbón emprendió un difícil y complicado camino en el que cambiaron tres veces de ciudad de residencia, guiados en su afán de esquivar un acoso mediático que les hacía insoportable su vida cotidiana. Ahora, Doña Cristina y su marido se enfrentan a un proceso judicial en el que tienen casi todos los elementos en contra: la opinión pública que espera un castigo ejemplar, la Familia Real que oficialmente sólo manifiesta que respeta escrupulosamente la acción de la Justicia, el desapego de muchos de sus conocidos y algunos amigos de siempre y la condena de muchos medios de comunicación nacionales, algunos de los cuales incluso los han declarado culpables por anticipado en un juicio mediático claramente injusto.
La Infanta Cristina ha tenido que afrontar a lo largo de los últimos cinco años las consecuencias de mostrar su apoyo inquebrantable a su marido, del que siempre ha defendido su inocencia y en el que ha seguido confiando, segura de que Iñaki Urdangarin podría demostrar sobradamente que sus negocios eran totalmente legales y que no había incurrido en falta o delito alguno. Una posición que sus allegados e incluso los abogados encargados de su defensa han explicado en base al profundo amor que siente por su marido y padre de sus cuatro hijos y a la voluntad más que firme de no dejar tirada a la persona con la que decidió compartir su vida hace más de dieciocho años.
Su postura ha creado a Doña Cristina profundos problemas dentro de la propia Familia Real, cuyos miembros han tenido que tratar de compaginar el rechazo por lo que se iba sabiendo y su papel de padres y hermanos de la Infanta. Un título nobiliario que le tuvo que retirar su hermano Felipe VI al año de ser proclamado Rey, después de varios intentos fallidos para que fuera ella quien renunciara a ese privilegio. A pesar de todo, existe un hondo pesar en el seno de la propia Familia Real por la ausencia inevitable de la familia Urdangarin Borbón el día de la proclamación de Don Felipe. Máxime cuando Doña Cristina y Don Felipe estuvieron muy unidos e incluso compartieron pandilla de amigos cuando eran jóvenes. Para la Infanta ha sido muy importante contar en estos últimos y aciagos años con el apoyo incondicional de su madre, la Reina Sofía, quien desde el primer día tuvo claro que no iba a dejar sola a su hija en unas circunstancias tan adversas y antes de que los tribunales se pronunciaran de forma oficial y condenaran los hechos llevados a cabo por Urdangarín. También ha contado con el apoyo moral de su hermana la Infanta Elena, con quien incluso ha incrementado su relación. Sin embargo, las cosas no han sido tan fáciles con el Rey, que desde el principio estableció una distancia que ha resultado providencial para demostrar el rechazo a la conducta de Iñaki Urdangarín y al apoyo incondicional de Doña Cristina a su marido. Por sus hijos se trasladaron a Ginebra después de un año terrible de acoso en su domicilio de Barcelona. Algunos son ya mayores y están enterados de la situación que encaran sus padres. Los cuatro son, para el matrimonio, los primeros a los que hay que mantener a salvo.
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