Pilar Ferrer

Vampiros de la calle

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En medio de las proclamas de presos etarras contra el Gobierno, y el tradicional falso lenguaje de amenazar con prolongar el conflicto, es difícil de entender el auto del juez Fernando Andreu que autorizó la marcha homenaje del etarra Xabier López Peña, «Thierry». En un alarde de gran ambigüedad, el magistrado argumenta que en Derecho Penal no cabe el carácter preventivo, pero al mismo tiempo pide a las Fuerzas de Seguridad que vigilen la manifestación. Algo incomprensible, mientras la izquierda «aberztale» acusa a España y Francia de la muerte del terrorista y califica de «perros rabiosos» a los médicos que no pudieron salvarle.

Duro de aceptar, y mucho menos por las víctimas, que ven una fuerte laxitud en la Audiencia Nacional ante las manifestaciones a favor de terroristas. Ni una sola de las peticiones de la AVT para prohibirlas ha sido aceptada por los jueces responsables. Esta última de Bilbao, en recuerdo de quien rompió la tregua y provocó el atentado de la T-4 en Barajas, es la gota que colma el vaso. Máxime en un momento de debilidad de ETA, rotas las conversaciones de Oslo y ante una decisión del Tribunal de Estrasburgo sobre la «doctrina Parot». Alentar las protestas proetarras es arriesgado y no contribuye a pacificar las calles del País Vasco.

Sin olvidar algo que han denunciado dirigentes del PP: el vampirismo de la calle, ante la avalancha cada vez mayor del escrache, los acosos intolerables a las viviendas de ministros y altos cargos populares, que rozan los derechos constitucionales y exigen ya un freno rotundo. La infiltración de Batasuna en este vandalismo es una realidad latente, un peligro que encubre otra estrategia de los «abertzales». En efecto, como bien dice en su tristeza Ángeles Pedraza, son vampiros, sí. Que invaden las calles y siguen sorbiendo la sangre derramada de sus indefensas víctimas.