Ely del Valle

Vaya que si pueden...

Si usted no es un potencial votante de Podemos pero tiene en su entorno familiar, laboral o vecinal alguien que sí lo es, más vale que no le quite el ojo de encima a su móvil. Comienza el particularísimo proceso de primarias en la formación más democrática del universo conocido y su lema ha pasado de «un hombre, un voto» a «un móvil, un voto». Las tiendas de telefonía están que hacen la ola, y a todo aquel que tiene un dinerillo extra para gastarlo en comprar varias tarjetas se le hacen los dedos huéspedes. Sí, ya sabemos que el método choca con el concepto de capitalismo casposo y derroche a tutiplén contra el que tan esmeradamente luchan los autodenominados voz del pueblo, pero el fin justifica los medios, y si el cielo se toma por asalto, las candidaturas también se pueden tomar vía Vodafone.

Lo de menos es que los propios representantes de Podemos hayan reconocido que el sistema tiene algunos inconvenientes, como el hecho de que el control sea nulo y el pucherazo factible; al fin de cuentas, ya hay precedentes importantes en otros clásicos de la participación ciudadana como Eurovisión y «Gran hermano VIP», y ahí están, tan panchos y sin que nadie haya recurrido a la Defensora del Pueblo pidiendo amparo. Es más, visto desde el lado pragmático, que es ese que Mark Weisbrot tanto admira en Pablo Iglesias, es incomprensible que el resto de partidos se empeñe en hacernos la cusqui de tener que ir al colegio electoral de turno cuando hay vías telemáticas mucho más cómodas y quién sabe si incluso más rentables. Bastaría con un SMS con el nombre del candidato elegido a 1,25 céntimos para que Montoro batiera palmas con las orejas. Por cierto, ¿saben cuántas tarjetas SIM se pueden comprar con los 200.000 euros que Caja de Resistencia ha conseguido retener después del palo de Hacienda? Pues eso.