Francisco Marhuenda

"Venezuela y el patán de Maduro"

El pueblo venezolano no es libre porque está sometido al régimen corrupto y autoritario de Nicolás Maduro. Una gran nación con recursos enormes está sufriendo la pobreza, salvo los adictos al régimen, por culpa de un caudillo depredador y la recua de indeseables que le rodean. Desde hace décadas se dedican al robo sistemático de la economía venezolana y a actividades delictivas que causan auténtico estupor. Es sobrecogedor que Venezuela, que fue una gran democracia y uno de los países más ricos de Hispanoamérica sufra una corrupción masiva y una desastrosa gestión que ha provocado el mayor éxodo conocido que no es consecuencia de un conflicto bélico. Maduro, al igual que Chávez, reivindica la memoria de Simón Bolívar e incluso insulta su memoria utilizando el término bolivariano para definir su régimen autoritario. Bolívar se hubiera sentido horrorizado si hubiera visto a un patán, maleducado e inculto revindicar su legado.

Maduro representa lo peor del populismo izquierdista hispanoamericano. Es un indeseable elegido por Chávez y su familia para perpetuar un régimen que se ha envuelto en la bandera venezolana y en un patriotismo ramplón mientras es apoyado por naciones de escasa calidad democrática como Cuba, Rusia, Irán o China. Sus aliados en Europa son partidos antisistema y comunistas. Durante décadas han expoliado los recursos de su país para enriquecerse y apoyar a otros regímenes autoritarios como el cubano. No es casualidad que sus aliados políticos sean, precisamente, la peor chusma del planeta. Es normal que un golfo sea apoyado por los corruptos, los autoritarios y los indeseables.

El Papa pedía ayer una solución “justa y pacífica” para Venezuela y desde luego es lo que debería suceder, pero no se puede actuar con tibieza frente a Maduro. No hay que olvidar que al patán venezolano sólo le interesa perpetuarse en el poder. No le interesa unas elecciones libres, porque quiere seguir con su proceso depredador de la economía venezolana con el apoyo de su camarilla que se ha enriquecido a costa de la pobreza de un gran pueblo. España tiene una gran responsabilidad histórica y su gobierno no está a la altura de las circunstancias. Una vez más Sánchez se equivoca con su estrategia, porque va por detrás de los anhelos democráticos del pueblo venezolano. El buenismo es un grave error y tendría que haber condenado con firmeza el régimen autoritario a la vez que reconocer a Guaidó como el presidente legítimo encargado, de conformidad con la Constitución, en conducir a Venezuela hacia la democracia.

Millones de venezolanos han tenido que abandonar su país. Los medios de comunicación han sido reprimidos o cerrados, se han detenido a centenares de opositores y hace años que son asesinados pacíficos manifestantes por los sicarios controlados por Maduro. No es fácil combatir a un régimen opresor, porque tiene todos los instrumentos del Estado a su servicio y los intereses de la política internacional hacen que no siempre se actúe con la contundencia que sería exigible ante una tragedia humanitaria como la que se vive en Venezuela. Es una canallada apoyar a Maduro y sus secuaces, pero es también un grave error político no actuar con la contundencia que deberían mostrar España y el resto de la Unión Europea.

Venezuela merece ser libre del tirano. Nadie debería permanecer indiferente ante semejante tragedia. Las democracias tendrían que implicarse más en esta lucha. España debe liderar el reconocimiento internacional de Guaidó e impedir que se prolongue el sufrimiento del pueblo venezolano. Y una vez que se consiga la democracia habrá que perseguir a los represores y a los corruptos que rodean a Maduro.