Paloma Pedrero

Ver lo bueno

Esta crisis económica que, a mi parecer, es asunto más profundo que lo del vil metal, nos ha traído algunas cosas buenas que me gustaría comentar. Primero y principal, la humildad. Sí, la gente, en general, se comporta con más comprensión hacia los necesitados. Porque todos, si no nosotros mismos, tenemos alguno cerca. Un amigo, un familiar, un vecino... Vivimos a flor de piel la falta de recursos, de trabajo, de vivienda o de futuro de alguno de los nuestros, y eso nos hace conscientes de la realidad. ¿Recuerdan ese refrán de «cuando las barbas de tu vecino...»? Hasta los ricos andan en incertidumbres, y eso baja los humos y forja empatía. Recuerdo que hace unos años comentar la falta de liquidez estaba muy mal visto, enseguida te consideraban un infeliz, aunque antes de la crisis ya abundaban los pobres. Hoy los «sin dinero» de toda la vida pueden quejarse a gusto sin que nadie les desprecie. Hoy siguen igual pero sin sentirse bichos raros. Están mejor, en una palabra. La sinceridad también es una ventaja de estos tiempos. Parece que se está tomando conciencia de que se vive mejor practicando la verdad que enfundado en una máscara de triunfador. Sí, no hay triunfadores, queridos. Hemos visto a aquellos que lo parecían caer en picado en ciénagas y cárceles. No, ya casi nadie sueña con ser político o famoso de la nada. La crisis está demostrando que el tener no está tan íntimamente ligado a la felicidad, que el bienestar tiene mucho mas que ver con el ser. Y, por último: el silencio. ¿Se han fijado que a gustito se vive sin tantas obras y taladradoras? No se hunde nada. Y hay más paz.