El desafío independentista
Vigas made in Belgium
«Los resultados del controvertido referéndum en Cataluña muestran una aplastante mayoría a favor de la independencia», titulaba el 2-O «The Washington Post». Si su proverbial director, Ben Bradlee, levantara la cabeza, se pondría una vez colorado y no ciento amarillo, montaría un pollo y regresaría ipso facto a la tumba. El hombre que se atrevió a publicar el caso Watergate odiaba la manipulación, eso que los progres llaman «posverdad» y que toda la vida de Dios se ha denominado mentira. Una de dos: o su corresponsal se había ido de vinos al maravilloso Xampanyet y estaba más mareado de la cuenta o es un periodista a sueldo. Un profesional medianamente informado sabe que en ese plebiscito al que otorgan absoluta credibilidad votaron 2,2 de los 5,3 millones que componen el censo, que hubo ciudadanos que metieron la papeleta cuatro veces y que entre ellos estaba ¡Michael Jackson! No menos lamentable fue la reacción de The Times: «Derramamiento de sangre en una jornada de violencia policial sin precedentes». Hablaban de 800 heridos aunque sólo hubo cuatro hospitalizados, ninguno escarbó en la falsedad de estos datos y la mayoría omitió que era un golpe de Estado. Y quienes no lo hicieron, lo escondieron en esas últimas líneas a las que casi nadie llega.
Un mes después, estamos en las mismas. Lo del Gobierno belga es para mear y no echar gota. Que un socio trate a España como si fuera poco menos que Marruecos, que pregunte por nuestras cárceles como si estuviéramos hablando de mazmorras y que ponga mil y una trabas es para preguntarse qué diantres pintamos en la UE. Nuestras prisiones pasan con nota los exámenes comunitarios y de ONGs como Amnistía Internacional. Item más: son bastante más modernas que las belgas y los presos viven mejor, entre otras cosas, porque se les educa en la reinserción. Tienen hasta piscina. Cuando Bélgica reclama la entrega de un delincuente no les preguntamos ni valoramos sus gigantescos escándalos de pederastia como el caso Dutroux, ni damos por buena la versión de que el ex premier Di Rupo era un pedófilo, ni tampoco les recriminamos el hecho de que Molenbeek sea el cuartel general del ISIS en Europa. Colaboramos porque es un Estado de Derecho homologable y nos lo creemos. Belgas, ingleses, franceses y estadounidenses harían bien en escudriñar la viga en el ojo propio en lugar de obsesionarse con la paja en el ajeno. Menos lecciones y más autocrítica.
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