Toni Bolaño
¡Viva el ridículo!
Artur Mas se ha salido con la suya. Ha conseguido un nuevo «éxito» político en ese camino de «victoria en victoria hasta la derrota final». Ha logrado el apoyo de la CUP para aprobar una moción que lo convierte en un líder antisistema que es incapaz de ser líder de su país. La mitad de los catalanes le rechaza y la mitad de los independentistas, también. El «éxito» de Mas ha convertido Cataluña en un país desconectado, sin espacio en el mundo y sin leyes que respetar. Ayer era un día de gloria –otro más– para el soberanismo. El Parlament votó para conseguir el todo pero se quedó en nada, en un esperpento. Cataluña sigue sin presidente, sin gobierno y sin políticas. Mas rendido a la CUP no obtiene su respaldo. Empecinado en su error, lleno de arrogancia y soberbia, el peor presidente de la Generalitat sume a sus ciudadanos –otra vez– en la incertidumbre. A Cataluña, y a su partido, al que deja a punto de la autodestrucción. Si Mas no es elegido presidente CDC, vivirá su propia noche de los cristales rotos.
«En el esperpento se deforma sistemáticamente la realidad, recarga sus rasgos grotescos y absurdos, a la vez que degrada los valores y en el lenguaje abundan expresiones cínicas y jergales», y ayer el Parlament fue un gran esperpento. Palabras grandilocuentes y vacuas, y sentimientos patrióticos en efervescencia, lo llenaron de un gran vocerío en favor de la «insurgencia de papel».
Cataluña vivió un nuevo «día histórico» en el que los soberanistas se apropiaron de todos los catalanes porque «este país dice alto y claro que quiere ir a por todas». Raül Romeva se llenó la boca con los dos millones de votos independentistas, pero se dejó en el tintero a los más de dos millones de votos no secesionistas que para el «movimiento nacional independentista» está formado por catalanes de segunda que no merecen la pena. Es la revolución soberanista «masiva, transversal y pacífica» que desprecia a más de la mitad de los ciudadanos. Son despreciados porque tienen un pecado original. Su delito, no someterse al pensamiento único que promete un nuevo Estado que sonrojaría al País de las Maravillas de Alicia. Un nuevo Estado que es una colonia según la diputada de la CUP, toda una ignorante política, Anna Gabriel, se acoge al «derecho internacional a la autodeterminación».
El Parlament aprobó su esperpento para «desconectarse» de España. Poco importa que la sociedad catalana siga mayoritariamente conectada. Aprobó una resolución que insta a un gobierno que no existe. Los nacionalistas ciertamente tienen la mayoría de diputados, pero no la mayoría de votos. Pueden gobernar porque tienen la mayoría de escaños, pero no tienen la fuerza necesaria para iniciar un camino hacia la independencia. Su precariedad les hace incapaces de elegir un nuevo presidente y un nuevo gobierno en su propio «juego de disparates». La musa del soberanismo, que reverencia al líder Mas, Pilar Rahola, decía que «estamos más cerca del ridículo que de la gloria». Tiene razón, ¡viva el ridículo!
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