Joaquín Marco
Y ahora toca Cataluña
A las nueve de la noche del pasado día tres de agosto Artur Mas adelantaba, una vez más, las elecciones en Cataluña. De este modo el acto, retransmitido en directo, abría los informativos de TV3. Elecciones que constituyen uno de los fenómenos políticos más enmarañados de nuestra actual democracia. Lo que firmó el president fue la convocatoria de unas elecciones autonómicas, pero a diferencia de otras ocasiones, éstas pretenden considerarse por algunos como plebiscitarias. Se ha declarado reiteradamente que nada habría en la convocatoria que se apartara de la Constitución española vigente. Sin embargo, no dejan de ser unas elecciones, porque así se ha querido, tan distintas de las anteriores que hasta el propio Xavier García Albiol, candidato por el PP, ha admitido que resultan las más importantes desde que existe la Generalitat democrática. Pero no es tan sólo la pretensión de algunos partidos que reclaman la independencia de Cataluña lo que de ellas se deduce, sino también las complejas circunstancias que las rodean. Si las llamadas fuerzas independentistas alcanzan los 68 escaños, la mayoría absoluta, según el president continuaría lo que se conoce como «el proceso». Pero otra fuerza independentista de la izquierda, la CUP, entiende que hay que tomar en consideración el número de votos a la vez que los escaños alcanzados y en ningún caso participaría en la elección de Mas como president. Éste parece en ocasiones imitar los silencios y ambigüedades que caracterizan a su, en teoría, opositor, Mariano Rajoy. Nada sabemos sobre los siguientes nueve meses que habrían de llevar a Cataluña a la independencia. Mas ha podido observar las grandes movilizaciones que se han producido en los últimos años y cree llegado. Nadie ha podido explicar las razones por las que el actual president eligió el domingo 27 de septiembre para las elecciones. A juicio de muchos comentaristas esta fecha queda demasiado próxima a la del 15 o 22 de diciembre en las que podrían convocarse unas elecciones generales. Hubiera sido preferible, puesto que contaba con más de un año de plazo, observar antes el resultado de las generales para negociar con un Rajoy más flexible, de perder éste la mayoría absoluta como se supone. Al hacerlo así le ha podido mostrar su vertiente más dura, ganando puntos en el resto de España, aunque perdiendo apoyos en Cataluña, y ha negado reiteradamente que estas elecciones vayan más allá de las autonómicas habituales, pero ha puesto en situación de alarma a los abogados del Estado. Parte de la precampaña se celebrará, pues, en el mes vacacional de agosto, cuando la mayoría de la población se halla en otra onda. El inicio de campaña será el 11 de septiembre, la Diada en Cataluña, en la que se esperan y preparan grandes movilizaciones. A la vez, el PP ha presentado los presupuestos generales para 2016 que el PP que obligá a los políticos a acortar el período vacacional. El período previo electoral ha supuesto un terremoto en el panorama político catalán. El proceso soberanista ha llevado a la ruptura a la coalición de Convergència y Unió Democràtica. Por el camino, Mas ha perdido la figura de Duran i Lleida, parlamentario modélico en Madrid y vía de enlace entre el nacionalismo catalán (antes moderado) y los centros del poder político y económico de Madrid. Ramón Espadaler, que representa al partido en estas elecciones, ha declarado que «no vamos a estar con los independentistas, no contarán con nuestro apoyo». En esta ocasión Mas ha atraído a ERC a una formación, Junts pel Sí, que suma también a las entidades ANC y Omnium y algunos personajes populares como Llach o Guardiola. La originalidad de esta lista es que su número uno es Raúl Romeva, quien fue eurodiputado entre 2004 y 2014 por ICV. La mezcla es más compleja que la del agua y el aceite, pero de obtener la victoria continuaría como president Artur Mas, que ocupa el cuarto lugar y Oriol Junqueras, en el quinto, actuaría como vicepresidente. Pero con ello se logró zanjar en los últimos instantes el problema de unas listas separadas que, por serlo, hubieran conseguido un menor número de votos, aunque Esquerra habría podido tal vez ganar estas elecciones. Pero el mapa político catalán se ha hecho mucho más complejo al aparecer nuevas fuerzas como «Catalunya Sí que es pot», encabezada por Lluís Rabell y en cuyo seno se encuentra la versión catalana de «Podemos», cuyo modelo sería la suma de fuerzas que consiguió la victoria en el Ayuntamiento de Barcelona y, aunque admite que la consulta no tendría carácter plebiscitario, defiende el tan traído y llevado derecho a decidir. El papel del PSC, encabezado por un veterano Miquel Iceta, suscita limitado entusiasmo y el papel de Ciutadans, de la mano de Inés Arrimadas, está por ver si logra un consenso parecido al de las elecciones españolas. El PP ha querido mostrar su aspecto más experimentado presentando al exalcalde de Badalona Xavier García Albiol. Antonio Baños encabeza la izquierda independentista más radical en la CUP. Resulta tal vez más difícil desde fuera de Cataluña entender los procesos de las diversas formaciones en los últimos años. Pero tampoco ha de resultarles fácil a los propios catalanes. No parece ajena a esta situación el fracaso de las negociaciones de Mas con Rajoy, quienes se reunieron ya el 20 de septiembre de 2012 para negociar el pacto fiscal. Esta fecha marca un desencuentro que se irá acentuando y que no se ha logrado reconducir. Aunque de hecho estas elecciones son autonómicas y de ellas surgirá el nuevo Parlament nadie pone en duda su trascendencia. Mas las considera como un acto de defensa propia ante lo que entiende como agresiones del Estado español. Pero, al margen de Mas, el calificado como «proceso» ha fracturado ya a la sociedad catalana. La ley electoral favorece en escaños, contra el peso de la gran Barcelona, a la Cataluña interior, más identitaria. Pero queda por delante una campaña que, pese a su brevedad, puede alterar pronósticos. La cuestión principal reside en cómo gestionar los días que seguirán a las elecciones, gane quien gane. El problema catalán estará servido.
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