Andalucía

Zapatero pasea por el purgatorio

La Razón
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Poco a poco va Zapatero asomando la cabeza y ya se le ve paseando por las plazas del purgatorio tras un lustro en el destierro. ¿En el infierno? Anda ya, el infierno somos nosotros, pero sobre todo lo es él. El ex presidente tomó decisiones de dudosa gloria, como aquella de destapar la caja de Pandora del Estatut que saliera del Parlament, sin embargo nunca ha querido matarlo nadie. Y eso que sus decisiones más sonadas no parecieran meditadas con la voz debida, que diría Pedro Salinas. Matar a Zapatero, figuradamente, habría sido tan depravado como ahorcar a un jilguero, mutilar a una mariposa o ejecutar mediante el garrote vil a un cervatillo. A Bambi, al fin, la han crecido los cuernos, pero no son aún los de la sabiduría. Y se percibe en sus últimas revelaciones, que para qué querría uno a San Juan. Mientras da paseos por el purgatorio, se entrevén en sus visiones las mismas cadencias del pensamiento de antaño, que de tan neutrales que pretenden ser devienen en una desesperante nada. Se trata de la mejor representación del conjunto vacío matemático como inspiración en la política del siglo XXI. Sobre los atentados de Berlín y Ankara, Zapatero discurrió que hay que mantener la «unidad de acción» y ser conscientes del «laberinto dramático» en Oriente Medio. Zapatero ha mirado al infierno y no le ha gustado lo que ha visto. Por eso ahora prefiere las cuitas celestiales, que son las que más esperanza le reportan en el entretenido purgatorio que vuelve a andurrear. Lo hizo el viernes en un mitin en Jaén: Zapatero ha pasado de prologuista de Borges a telonero de Susana Díaz. Y tampoco se desvía un milímetro del camino cuando le preguntan por el futuro de la sultana. Lo que quiere Zapatero es ir al cielo. O al menos que lo tomen por jarrón chino.