Alfonso Ussía
Zarzuela desafinada
El Rey Don Juan Carlos I, el traedor a España de la libertad, no fue invitado a la celebración del cuadragésimo aniversario de las primeras elecciones democráticas. Tampoco la Reina Doña Sofía. «Hasta han invitado a las nietas de La Pasionaria», ha comentado el Rey Padre tan herido como mosqueado. La Zarzuela se justifica por el formato del acto. El formato no admitía dos lugares de honor para los anteriores Reyes. Es lógico. El hemiciclo es muy chiquitín y dos Reyes y dos Reinas no pueden coincidir en tanta pequeñez. La Zarzuela, que últimamente está muy desafinada, se excusa recordando que el Rey Don Juan Carlos no quiso estar presente en el Congreso el día de la proclamación de su hijo. Aquello fue un detalle de cortesía, una ausencia generosa llena de elegancia. Tengo para mí que la Zarzuela –a la que no conozco personalmente pero tiene que mandar mucho–, ha metido la pata clamorosamente. Si yo fuera el Rey, convocaría a La Zarzuela en su despacho, y le diría más o menos. «Zarzuela, no tengo nada contra usted. Pero me ha puesto en una situación muy complicada. Cuando todo el mundo echa de menos en un lugar concreto a un ausente inconcebible, al presente se le echa de más. Y eso es lo que pasado. Merece usted, Zarzuela, una reprimenda, pero antes de cometer una injusticia, deseo saber qué zarzuela dentro de La Zarzuela ha influido para que la sombra de mi padre sea más visible que mi persona, y que la nube de mi madre se haya observado con mayor interés que el vestido rojo chillón de la Reina. Quiero saber qué zarzuela dentro de La Zarzuela me ha hecho cometer ante la opinión pública una clamorosa injusticia que algunos tachan de grosería. Porque sin los ausentes, la libertad de España no existiría, ni la democracia, ni la Constitución, ni los Derechos Humanos, ni las elecciones libres. Al lado de ellos, todavía, la Reina y yo hemos hecho muy poco, y yo creo, Zarzuela, que si la culpa la ha tenido el Congreso o La Moncloa, hay que decirlo abiertamente, porque la gente no es tonta y nos está señalando a nosotros como los responsables del atropello protocolario».
Entonces, algo encampanada, La Zarzuela, por medio de la Casa del Rey, ha manifestado que «Cada Institución toma las decisiones que le corresponden». Nada que oponer a esta obviedad. La Zarzuela reconoce indirectamente que le correspondía tomar una decisión y la ha tomado. Nadie se ha sentido escandalizado por ello. Se ha escandalizado porque esa decisión que le correspondía plenamente a La Zarzuela, ha sido una decisión desastrosa, equivocada, acomplejada y necia, además de irrespetuosa con la Historia de España.
¿Quién ha influido para que La Zarzuela haya desafinado hasta el límite de lo inaudible? ¿Interesa averiguarlo? Ni el Rey se merece quedar mal, ni el Rey Don Juan Carlos recibir tan sonora bofetada. La Zarzuela no es el ama de llaves de una casa. Son muchas las personas que conforman La Zarzuela. Todos los que allí trabajan de la secretaría de la Casa del Rey. Los jardineros. Los Guardias Reales. El servicio doméstico. Los directores de las diferentes secciones. De estos que he mencionado, creo que ninguno se atrevería a sacar del «formato» a los Reyes Juan Carlos y Sofía. Después –o antes–, están los encargados del protocolo, los jefes militares, el Secretario General, el Jefe de la Casa, la Reina y el Rey. Por ahí habría que buscar, si bien los Jefes Militares no se meten jamás donde no les corresponde y son absolutamente incapaces, por su lealtad, de desplazar a sus anteriores Reyes. ¿Habrá sido el mal influyente ajeno a la casa, cercano a La Moncloa, confidente de Ana Pastor o correveidile de Soraya y de Rajoy, siempre por este orden? Pues la verdad, tampoco me encaja, pero no me sorprendería. Lo que está claro es que la decisión de no invitar al Rey al acto parlamentario del cuadragésimo aniversario de las primeras elecciones va a perjudicar al sentido de la justicia y la gratitud que se le presupone a La Zarzuela. Un patinazo de los gordos.
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