
Biblioteca Harley-Davidson
Cuentos chinos
La democracia quizá será productivamente menos eficiente, pero nada supera el interés de sus relatos
¿Qué sabemos de China? ¿Qué sabemos de su sociedad? Nada. Tenemos un montón de datos de exportaciones, de capacidad económica y militar, de producción y mercados, pero no tenemos las películas de lo que sería el Mariano Ozores chino. Carecemos de films a través de los cuales pudiéramos ver, aunque fuera al trasluz, cómo vive el ciudadano de a pie chino y cuáles son sus obsesiones. Sería maravilloso un neorrealismo cantonés, porque para esas cosas es para lo que servía antes el cine y el arte. Actualmente, sin embargo, parece como si esas disciplinas solo se usaran para pillar subvenciones.
Entendámonos, yo estoy muy a favor de esas películas de directora sensible que se nos va al pueblo de sus padres a contarnos como es el día a día de sus parientes. Pero eso ya puedo hacerlo yo, cogiendo el coche y yéndome al agro a pasar el día y hablar con sus gentes, que siempre son interesantes. Tampoco me sirve el retrato de la comunidad de inmigrantes chinos instalados aquí, porque esos orientales, guste o no, al fin y al cabo, son ya españoles. Quiero sinólogos que se arriesguen a viajar a China y traerme el relato de primera mano, bien contado, de los entresijos de esa sociedad que crece y de qué manera su juventud enfoca los sentimientos de miedo y libertad.
Sabemos de China que es una sociedad bajo la bota de un autoritarismo salvaje de esos que, al igual que el cubano, su objetivo es atravesar los siglos. ¿Cómo vive tal cosa un joven chino inquieto? No olvidemos que, cuando los sucesos de la plaza Tiananmen, el gobierno era tan cruel que, aparte de ejecutar a los disidentes, entregaba a sus familiares una bala de recuerdo. Todo nazismo es, al cabo, simple gangsterismo. La democracia quizá será productivamente menos eficiente, pero nada supera el interés de sus relatos.
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