Tribuna

Déficit de médicos: apuntes y reflexiones

Determinar el número de médicos que nuestra sociedad va a necesitar en un futuro no puede ser fruto de la improvisación ni de la ocurrencia repentina

Déficit de médicos: apuntes y reflexiones
Déficit de médicos: apuntes y reflexionesRaúlRaúl

La asistencia sanitaria de la población de un país constituye un deber prioritario para sus autoridades. Disponer para ello de un número suficiente de médicos con el que prestar dicha asistencia exige necesariamente, por parte de las mismas, una planificación previa, responsable y eficaz.

Para lograr dicha planificación es imprescindible, en primer lugar, determinar el tipo de asistencia médica que se pretende prestar y, en segundo lugar, identificar las distintas circunstancias que actualmente concurren en el ejercicio de la medicina para conocer si el tipo de asistencia adoptado puede realmente implementarse. En el primer caso, y según la Constitución Española y la legislación que la desarrolla, todos los ciudadanos españoles tenemos derecho a recibir atención médica con carácter integral, con alta calidad y con equidad de acceso a las prestaciones. A lo que nuestra normativa aspira, en suma, es a que la asistencia, que podamos recibir los españoles, este siempre en paralelo a la altura de la ciencia de su tiempo.

En este contexto, identificar en España las circunstancias que concurren en el médico y en su ejercicio, al servicio de lo que nuestra legislación demanda, resulta fundamental para determinar el número de profesionales que la sociedad necesita. Tres son, a mi juicio, las circunstancias que, a tal efecto, deben analizarse. La primera es la formación que el médico debe poseer para poder responder a la demanda solicitada; la segunda, el entorno en el que el médico ha de realizar su trabajo y, la tercera, el marco organizativo en el que el médico debe desarrollar su labor junto al resto de los agentes y factores que, asimismo, participan e inciden en la asistencia sanitaria de la población.

En lo que a la formación médica se refiere, ésta, para cumplir los fines propuestos, ha de alcanzar los más altos estándares científicos en cada una de las distintas etapas formativas. A este respecto es importante señalar que, en el ámbito de la Unión Europea, la formación médica esta muy regulada en el grado y en la formación especializada y lo esta, en menor medida, en la formación continuada. En este sentido, las Facultades de Medicina, las Sociedades Científicas y los Colegios de Médicos han venido trabajando, en colaboración con las autoridades, para hacer realidad el cumplimiento de las normas reguladoras. La solución a la carencia de médicos no pasa, por tanto, por una rebaja en la calidad formativa de los mismos. Ni las facultades de medicina pueden improvisarse, ni tampoco las unidades acreditadas para la formación de especialistas. Igual ocurre con el ejercicio de la docencia: ni los profesores, ni los tutores pueden formarse de un día para otro. La docencia no es una tarea que puedan ejercer aficionados improvisados y coyunturales. Incrementar el número de médicos por estas vías o aceptar médicos que no cumplan los estándares formativos que exige Europa, pone en riesgo el tipo de médico que la sociedad española aspira a poseer según lo expresado en la legislación citada con anterioridad.

Un ejercicio médico que tenga por objetivo los fines arriba indicados exige, además de una formación pertinente, la existencia de entornos de trabajo que permitan y faciliten al médico su realización personal y profesional. En este ámbito es cierto que mejoras importantes en instalaciones e infraestructuras se han realizado en las últimas décadas. Sin embargo dichas mejoras no han seguido un curso paralelo en lo que a las posibilidades de realización personal y profesional del médico se refiere. Ante limitaciones socioeconómicas, carencia de protagonismo personal, y su conversión en un agente repetitivo de una cadena de producción industrial, el médico español migra y abandona el país y la sociedad que, para su servicio, tanto han contribuido a formarle. Esta situación constituye sin duda uno de los agujeros negros por los que gota a gota un número creciente de médicos se pierde y derrama sin remedio.

Junto a la formación y el entorno, el ejercicio de la medicina en España exige un marco organizativo que articule la conexión entre los servicios prestados por el médico y los prestados por el resto de los profesionales sanitarios. Ello permitiría clarificar y establecer la distribución real de las responsabilidades, específicas y compartidas, en las distintas tareas a realizar. En dicho marco organizativo habrá necesariamente que insertar los retos que nacen del progresivo desarrollo tecnológico –la telemedicina, la telefonía móvil, la inteligencia artificial o las innovadoras terapias avanzadas– y aquellos otros retos que, vinculados a la educación sanitaria de la población, pueden condicionar muchos programas y proyectos de futuro. Sin tener en cuenta la proyección e incidencia social de estas variables determinar la necesidad real de médicos en España constituye, a todos los efectos, una verdadera quimera.

Determinar el número de médicos que nuestra sociedad va a necesitar en un futuro no puede ser fruto de la improvisación ni de la ocurrencia repentina. A impulsar el debate que sustente la mejor decisión posible van dirigidos los apuntes y reflexiones formulados en el presente artículo. Dejar al azar el futuro constituye, en este caso, un grave riesgo para la salud.

Antonio Campos Muñoz.Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina de España.