Editorial

Un discurso inmoral que condena a Israel

La vida de millones de personas, su libertad y bienestar a ambos lados de la frontera será imposible con Hamás en pie

Pedro Sánchez ha cursado una visita a Israel en plena guerra contra el terrorismo provocada por la peor matanza de judíos desde la Solución Final a manos de los verdugos de Hamás. A estas alturas la presencia del jefe del Ejecutivo es tan excepcional como su discurso sobre la crisis. A pesar de su condición de presidente de turno de la UE, prácticamente ha sido el último mandatario de una nación con relevancia en el mundo que se ha trasladado a la región, mientras ha abanderado una posición entre equidistante con los agresores y los agredidos y directamente crítica con el estado hebreo por ejercer su derecho a la legítima defensa frente a un enemigo brutal que se ha fijado como objetivo su desaparición y la de sus millones de habitantes. Con esta carta de presentación, extemporánea en una diplomacia occidental alineada de forma casi unánime con Tel Aviv, la izquierda gobernante en nuestro país se ha distanciado de nuevo de las democracias consolidadas para sumarse a los regímenes que se escapan a lo que entendemos por comprometidos con los principios liberales y el estado de derecho. Con el agravante de haber consolidado un nuevo Ejecutivo con renovadas militancias antisemitas como las de al menos los ministros comunistas, o directamente cercanos a los terroristas de Hamás como Sira Rego o Ernest Urtasun. Semejantes credenciales suponen un baldón para el país que no merecemos y marginan y degradan el papel de nuestra diplomacia y el peso de España cuando en otro tiempo su condición de interlocutor entre las partes había sido reconocida. La estancia de Sánchez en Tierra Santa podría haber sido una oportunidad para corregir el rumbo y sumarse al consenso de solidaridad con la democracia israelí y de beligerancia con los terroristas de Hamás. Tristemente ha sido una ocasión perdida. Sus palabras ante las autoridades judías, que han tenido que gestionar el trauma genocida de 1.200 inocentes asesinados y centenares de secuestrados, con sus reproches a sus ataques en Gaza contra las infraestructuras de Hamás «protegidas» con miles de escudos humanos, sus apelaciones al diálogo con los terroristas como instrumento necesario para alcanzar la paz o sus referencias manipuladas a ETA, el tono menor, casi condescendiente, sobre la responsabilidad de Hamás y la Autoridad Palestina en la guerra, han sido nuevas entregas de la retórica maniquea y falaz del guion monclovita que ha convertido a la víctima en verdugo y viceversa. Israel es el único estado de derecho de la región y está cumpliendo con el deber de proteger a sus ciudadanos, mientras los palestinos son sacrificados por un grupo criminal y fanático que sirve a intereses ajenos a los de su pueblo. La vida de millones de personas, su libertad y bienestar a ambos lados de la frontera será imposible con Hamás en pie. La guerra es una tragedia que cuesta miles de vidas. Habrá tregua e intercambio de rehenes por presos. Y Sánchez seguirá en el lado equivocado de la historia.