Apuntes
Ecos de la II República y la Guerra Civil
El PSOE, con su política frentista y su doble rasero ha despertado viejos temores cainitas
Tengo sobre la mesa el último trabajo de Pedro Corral, con el que compartí Redacción quince años, sobre la Guerra Civil. Se titula «!Detengan Paracuellos¡» y es una investigación exhaustiva de la matanza, pero, fundamentalmente, de la actuación de políticos y diplomáticos, españoles y extranjeros, que trataron de poner fin a la barbarie en la retaguardia republicana. Corral sabe de lo que habla porque se tomó la tarea de revisar y cotejar 15.000 testimonios de personas de todas clases sociales, desde porteros de edificios a grandes propietarios, existentes en los archivos oficiales sobre el Madrid del 36. Lo tituló «Vecinos de Sangre» y pone los pelos de punta.
Tengo pendiente «La Represión de la Posguerra» de Miguel Platón, otro antiguo compañero de oficio, una obra que es un monumento a la minuciosidad en la búsqueda, contraste e interpretación de datos y hechos, y que explica con diáfana claridad la reticencia de la izquierda a abrir los archivos de los consejos de guerra.
Por último, los catedráticos Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío, a quienes no tengo el gusto de conocer, acaban de publicar «Fuego Cruzado», que describe la violencia social en los cinco meses previos al estallido de la Guerra Civil. O dicho de otra forma, la impotencia de un gobierno republicano burgués, reducido a tirar del doble rasero con sus gobernados para evitar que se lo comieran socialistas y comunistas y que acabó con el «media España no se resigna a morir a manos de la otra media» de Gil Robles.
Uno, que experimentó el delirio en el que cayó la última historiografía antifranquista, con el coronel retirado Carlos Blanco Escolá y sus obras «La Incompetencia militar de Franco» y «El General que humilló a Franco: Vicente Rojo», como pintoresco ejemplo de sectarismo, y que ha visto la decadencia intelectual de Ángel Viñas, se pregunta si los lectores se acercan a la historia de la Segunda República y la Guerra Civil movidos por la curiosidad o por el deseo de conocer o, más bien, para rearmarse ideológica e intelectualmente ante la situación política que vive nuestro país. Porque quienes ahora investigan, bucean archivos y escriben de nuestra guerra y, por supuesto, la inmensa mayoría de sus lectores, carecen de la menor pulsión fascista y, al menos, a los que yo conozco personalmente se les da una higa Francisco Franco. Se dirá que es una mera reacción a las leyes de memoria histórica, impulsadas, precisamente, por el partido que más hizo para cargarse la República y pudiera ser, pero me temo que la realidad es mucho más preocupante.
Que el PSOE, con su estrategia política frentista y el abuso del doble rasero, ha conseguido despertar viejos temores cainitas en un sector de la población que se siente, una vez más, estigmatizada por no comulgar con las piedras de molino de la izquierda en el poder. Para tranquilidad de muchos, no llegará la sangre al río. Ni la España actual es la España del 36 ni los socialistas y comunistas se dedican a armar milicias de partido. El sueño de la Revolución murió hace décadas y de lo que se trata es de mantenerse en el machito, que hay muchas bocas que alimentar, mucho puterío que atender, hipotecas enormes y muy pocos puestos de trabajo que te paguen lo que a un «asesor» gubernamental, no te digo si es un ministro o un presidente de empresa pública. La guerra, pues, sólo sigue en los libros.
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