Opinión

Edadismo y gerontocracia

Biden tira la pelota hacia adelante pero no resuelve el problema del liderazgo en Estados Unidos

Hubo un tiempo en Europa en que parecía que no podías aspirar a un alto cargo si tenías más de 40 años. Emmanuel Macron se convirtió en el presidente de Francia con 39 años; Sebastian Kurz conquistó la cancillería austriaca con 31; el irlandés Leo Varadkar llegó al poder con 38 años. En España tuvimos nuestro particular desfile de jóvenes dirigentes con Pablo Iglesias, Albert Ribera o Pablo Casado. Todos ahora fuera de la política activa por razones distintas. La juventud no no era garantía de nada o de muy poco. En política como en otras esferas de la vida, la experiencia es un grado.

El presidente estadounidense Joe Biden anunció el día 25 que se presenta a la reelección en 2024, desafiando de nuevo a las leyes de la naturaleza y convirtiéndose en el candidato de más edad en competir por la Casa Blanca. Pero si nos jubilamos más tarde, ¿por qué no puede un presidente predicar con el ejemplo? Las elecciones enfrentarán a Biden con un candidato republicano. Las encuestas sugieren que esa persona será Donald Trump. Igual que en 2020, el demócrata tiene muchas opciones de salir reelegido pero, sin embargo, existen dos grandes riesgos para él y para EE UU. La población americana es mucho más joven que la de otras democracias occidentales. Quizás por eso el 70% de los estadounidenses no quiere que vuelva a presentarse, cifra que incluye al 50% de los demócratas. Si ganara el próximo año y completara un segundo mandato, dejaría el poder con 86 años. Existen dudas razonables de que sepa dar respuesta a las preocupaciones de los más jóvenes y garantizarles un mejor futuro. Sus lapsus provocan arqueados de cejas entre sus amigos y son aprovechados sistemáticamente por sus adversarios. Incluso si finalmente se impone Trump en la carrera republicana, la victoria de Biden no está asegurada. Menos si estas meteduras de pata se vuelven más evidentes y se convierten en la comidilla del electorado. El demócrata tendrá que demostrar a los votantes que es un presidente activo y en plenas facultades para desempeñar sus funciones durante cuatro años más.

Aunque hay agujeros negros en su gestión (espantada de Afganistán), Biden ha sido más eficaz de lo que se esperaba. Con una mayoría muy ajustada en el Congreso, impulsó un paquete de estímulo multimillonario. La inflación está controlada y la economía no ha descarrilado pese a las tensiones. En política exterior ha transformado lo que parecía una victoria segura del presidente Putin en Ucrania en una posible humillación sin enviar tropas sobre el terreno. El comandante en jefe se ha convertido en el mejor punto de apoyo para los ucranianos y para los europeos en esta contienda.

El profesor de Princeton, Paul Frymer, dijo en estas páginas que no ve por qué no pueda seguir en el cargo cinco años más. Pero dentro y fuera del partido preocupa que ponga en peligro su legado en este segundo tiempo. Tampoco es una buena noticia la falta de alternativas. Biden se presenta porque el Partido Demócrata ha sido incapaz de ofrecer un sucesor. La vicepresidenta Kamala Harris no ha conseguido cubrir las expectativas. En su caso no es la edad, es la falta de empatía con su electorado. Los votantes no confían en ella. Biden tira la pelota hacia adelante, pero no resuelve el problema del liderazgo.